Walter «Serrano» Abella (Treinta y tres, 1942) es conductor del programa radial Hora del Campo, un clásico de la radiotelefonía del interior que en 2018 cumplió medio siglo. Este fue fundado en CW45 Difusora Treinta y Tres, tuvo un pasaje por Radio Olimar, en que se transformó en periodismo de resistencia, y luego definitivamente desde 1982 se transmite en la Voz de Melo, de cinco a ocho de la mañana. Participó de la época de oro del surgimiento del canto popular; su casa fue muchas horas la de Rubén Lena, Víctor Lima, Alfredo Zitarrosa, Braulio López, Pepe Guerra, Óscar Prieto y muchos responsables de la generación de la identidad musical del país. Blanco, admirador de Wilson Ferreira, federal y artiguista, ha desechado la posibilidad de algún cargo electivo, pese a muchas propuestas realizadas por sus correligionarios. Investigó durante décadas la vida de Martín Aquino, motivado por las leyendas sobre el matrero que aún hoy recorren la campaña, y de esa larga investigación, con su compañero de letras Javier Vaz publicaron Martín Aquino. El Matrero (Editorial Fin de Siglo, 2009), por el cual en el 2010 recibió el Premio Bartolomé Hidalgo Revelación.
Un sabor de la infancia
«La Glorieta», en mi infancia, en el patio materno. Los jazmines, los naranjales, con entrañable aliento.
Una manía confesable
La puntualidad.
Un amuleto
No tengo, un Duende que se llama Juancho y cuando no lo saludo me esconde todo.
El último libro que leí
Releí, Sombras sobre la Tierra, de Paco Espinola. Un lujo de novela.
Una película que me marcó
«Los siete Samurais» de Akira Kurosawa.
Algo que evito
El miedo, cuando puedo.
Si pudiera volver a empezar sería
Maestro Rural.
Un lugar para vivir
Cualquiera. Con la familia el lugar es ese.
Un lugar para volver
Treinta y Tres; las márgenes izquierdas del Olimar y del Yerbal. La vieja chacra, el Tala grande.
Una materia pendiente
El canto, la guitarra. No tengo oído.
Un acontecimiento que cambió mi vida
La dictadura. El exilio de Wilson.
El escritor definitivo
Juan Jose Morosoli, si me dejan decir dos, Francisco Espínola.
Algo que jamás usaría
Aros ni tatuajes.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Hace pocos días, cuando Serrat pisó el escenario de Antel Arena y arrancó con Mediterráneo.
El lugar más feo del mundo
Cualquier lugar donde no sea posible la libertad de expresión.
Una rutina placentera
La lectura. La complicidad con amaneceres y atardeceres soledosos del campo.
Me aburre
El «sabelotodo», el periodismo consecuente, la falta de originalidad, la novelería.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Un «chivito» del Forno, en Melo. Los mejores del Uruguay.
Una canción que aún me conmueve
El violín de Becho, cantada por su autor.
Un restaurante que nunca falla
Mi parrilla, en casa, soy buen asador.
Algo que cambiaría si pudiera
El mundo, que no sea tan ingrato, tan injusto, tan superfluo.
El valor humano que más admiro
La honradez.
Una última palabra
¡Vamos!