Soy y te sigo… si quiero | Anna Larreta

Cada idioma tiene sus juegos de palabras, sus términos y sus expresiones intransferibles y por lo tanto intraducibles. En una palabra, su sabor propio, su aderezo único. Descubrirlos, compartirlos, inventarles una historia es golpear a la puerta de una nueva familia, invitarse a su mesa – sin haber sido invitado -, y desafiar pudores propios y ajenos, a veces injustificados, otras comprensibles.[1]

En lo que me atañe, hago varios viajes diarios ida y vuelta a las dos mesas a las cuales me invité – el francés y el inglés -, y a esa en la que me sentaron los ángeles al nacer, el castellano (exactitud y avances geopolíticos obligent). Las tres son abundantes, apetitosas y fuente de placeres varios e, incluso, de ingresos. Piensen lo que quieran.

Por otra parte, soy parisina más o menos de pura cepa, para lo cual se me exigió vivir en la ex Lutecia, aprender a diferenciar el buen pan del mediocre, saber cuándo y para qué ponerse de mal humor e ir al cine como mínimo una vez por semana.

Es por eso que frecuento tres salas de ensayo – ¿por qué de ensayo? -, que se encuentran una al lado de la otra, que comparten menús, cuyas magias respectivas, decorados y acomodadores se complementan como el pan calentito con manteca. De camino a una u otra, paso delante de dos grafitis.

En uno de ellos, hay tres mujeres que sugieren tres gracias púdicamente desnudas y falsamente cranachianas. Les evito el emoticón: sé que la palabra no existe, que acabo de inventarla.

Aconsejo dejarla reposar al aire libre para que se oree.

El otro, consiste en una frase.

Me concentraré en éste último. Su lienzo es una pared que, no por casualidad, mira hacia la fachada de la Salamanca francesa – quand même! -, La Sorbona (no se debe olvidar su propia gastronomía).

El autor de los dos grafiti, desafía con su escritura de persona que lee, siglos de filosofía, mijotés alrededor de un ingrediente propuesto por el por entonces talentoso aprendiz de famoso, ascendido, en menos que canta un coq-au-vin no cocinado, al grado de Gran Chef por esta Salamanca gala que, como la nuestra, tampoco te presta nada si la naturaleza no te lo ha dado antes.

Jugando, como dios y el diablo pero esta vez con los detalles de la lengua de Moliere, – podría sospecharse que fuese un invitado de piedra como servidora – hay algunos indicios-, el grafista se divierte haciendo malabarismos con el verbo Ser y – ¡ojo! -, su opuesto, el verbo Seguir.

El famoso Je pense donc je suis – pienso, luego existo – presumo que sospechan ya el nombre de la celebridad -, empapadito en una salcita de burla sutil e ironía, pito catalán a los ingredientes fundadores de la digestión colectiva de esta cultura hexagonal, se transforma sobre la inocente pared, en Je pense, donc, tu suis.

Pánico a bordo: eres tú el que no existe cuando yo pienso. ¡Yo pienso y tú me sigues… o sigues!, peor aún.

Sigo negándome a agarrar por el vergonzoso atajo de los emoticones pero ¡qué tentación!

Si el talento de este sin duda culto estudiante de Bellas Artes revuelve con alegría los Je suis con los tu suis cual ensalada veraniega, hay algo que ya no cuaja y que se pudre en Dinamarca.

Si je suis es yo soy, yo existo pero también sigo, heme aquí a mi vez con los ojos como platos ante la posibilidad de que hayamos interpretado mal la célebre receta. La actualidad parece aclamarlo a gritos.


Grand-Chef “sentando cátedra”

Si sigo porque pienso, se nos da vuelta la tortilla. Descartes – espero que a esta altura ya hayan adivinado que se trataba de él – fue entonces un Beckett avant la lettre, y hubiera podido mandar a rodar la razón… como tantos hoy que no parecen ni pensar.[2] Porque he aquí un manjar servido al revés, una cátedra que se transforma en banquito, un tres estrellas que pierden a su Chef y un malentendido capaz de atragantar a más de uno. En una palabra, il s’est foutu de notre gueule o, dicho por mis ángeles que son más educados, nos tomó el pelo.

Perdón pero …


[1] Ante la duda de haberme tropezado con un vulgar galicismo, consulto la Real Academia de la Lengua y leo: Jeu de mots: juego de palabras. Empleo de palabras, por gracia o alarde de ingenio, en sentido equívoco o en varias de sus acepciones, o de dos o más que solo se diferencian en alguna o algunas de sus letras.

[2] Avant la lettre: no es un término culinario. Lo siento. Se refiere a la copia de un gravado que un elegido podía obtener antes de que se hubiera incluido el texto o sea las letras. Remplazarlo por Antes de las letras seria comer spaghetti sin sal.