Fidel Sclavo (Tacuarembó, 1960) vivió en Montevideo, Barcelona, Buenos Aires y Nueva York. Desde niño estudió dibujo y pintura en el Conservatorio Municipal y en talleres privados, además de formarse en grabado y fabricación de papel en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo. Estudió Comunicación social en la Universidad Católica del Uruguay. Luego de obtener varios premios de pintura en Montevideo, en 1985 fue becado para estudiar en París. Durante el año 1990 asistió a la School of Visual Arts de Nueva York, donde se formó con Milton Glaser. Entre otras exposiciones individuales, se destacan: Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires; Lejísmo, Galería Jorge Mara – La Ruche, Buenos Aires; Prints and Drawings, Boulder Museum of Contemporary Art, Colorado; Trabajos recientes, Centro Cultural de España, Montevideo; Cartas no leídas, Tiempos Modernos, Madrid; Obra reciente, Galería del Paseo, Manantiales, Uruguay; Fidel Sclavo – Obra reciente, Galería Jorge Mara-La Ruche, Buenos Aires; Oleos, Galería del Paseo, Manantiales, Uruguay; AfterEgo, Josée Bienvenu Gallery, Nueva York. Ha participado en las siguientes ferias: arteBA, Buenos Aires; Nada, Miami; Art Basel Miami Beach; ARCO, Madrid; Volta, Basel; Pinta Art Fair, Nueva York.
Un sabor de la infancia
La eternidad.
Una manía confesable
Las canciones. Desde Guillermo de Aquitania a Imagine Dragons, por decir algo. Con todo lo que hay en el medio.
Un amuleto
La idea del arte como manera de salvar al mundo. Personal o colectivo.
El último libro que leí
Lais, de María de Francia.
Una película que me marcó
Una que mis hermanas me llevaron engañado, cuando éramos muy niños, diciéndome que era de payasos: Todas las noches a las nueve, con Dirk Bogarde. No tengo que aclarar que era todo lo contrario.
Algo que evito
La playa, la arena que se te pega, esas cosas…
Si pudiera volver a empezar sería
La hoja de un árbol.
O el broche de pelo de una mujer.
Un lugar para vivir
Esta esquina en Buenos Aires donde vivo.
Un lugar para volver
El abrazo perdido.
Una materia pendiente
Una web, Instagram, celular… esos ritos de la modernidad.
Un acontecimiento que cambió mi vida
La tarde que mi padre vació la piscina y la llenó de sapos, para su laboratorio.
El escritor definitivo
Nunca hay uno solo, y eso es lo lindo.
Pero si hay que nombrar, el primero que me viene: Robert Walser.
Algo que jamás usaría
Un paracaídas.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
No lo pensé nunca.
Y también, de otra manera, todos los días.
El lugar más feo del mundo
El ahogo que provoca la ausencia de salida.
Una rutina placentera
Pasar la mano por la hoja en blanco. Mirar el cielo. En ese orden.
Me aburre
Lo parecido pero no.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Chocolate, en cualquiera de sus formas.
Una canción que aún me conmueve
Sad eyed lady of the lowlands, de Dylan.
Un restaurante que nunca falla
La cocina de los amigos.
O en ocasiones, la mía. Lo que rodea al asunto en sí.
Algo que cambiaría si pudiera
Cierta zona de mi cerebro, que evidentemente irriga de manera inusual.
El valor humano que más admiro
La empatía amorosa. En todos los sentidos del término.
Una última palabra
Depende.