Dolor de fronteras | Eduardo Nogareda

La poesía, a la que muchos atribuyen oficio distractor respecto de la realidad, ha desmentido y desmiente con frecuencia ese juicio apresurado o al menos carente de matices, de esos matices que son en definitiva los que dan legitimidad a toda interpretación de las obras humanas. Acaba de ser publicado en Uruguay un libro de Balam Rodrigo, mexicano de Chiapas nacido en 1974. Es un conmovedor poemario que lleva el título de Marabunta y desarrolla un enjundioso trabajo poético sobre la realidad social de los pobladores de la frontera que separa México de Guatemala. Según consigna el diccionario de la Real Academia de España, “marabunta” es una voz indígena de la Guayana inglesa que nombra “las migraciones masivas de hormigas legionarias, que devoran a su paso todo lo comestible que encuentran”. De ese rotundo vocablo deriva uno más corto pero no menos temible. Hoy en día, en Centroamérica se les dice “maras” a ciertas bandas criminales, así como a sus integrantes se les llama “mareros”. Un poema de Rodrigo cuenta –porque la poesía también puede ser narrativa cuando quiere– historias de un hijo con su padre, y una de ellas narra el siguiente trance:

Mi padre ha ido a cobrar de nuevo:
“aquí está tu paga: mil y quinientos quetzales;
Cabal, manito”.

Son trazos de vidas difíciles, que transcurren entre penurias y peligros. No sabemos a cambio de qué trabajo realizado le dan al hombre las 1.500 unidades de esa moneda guatemalteca que lleva el nombre de un hermoso pájaro multicolor. Pero la escena se continúa.

Los quetzales llevan trampa entre las alas:
un marero sigue su vuelo nomás salir de la farmacia.
Camino hacia mi padre para advertirle
pero alguien me sigue como si fuera a morder mi sombra
(otro marero con un arma y el fuego debajo de la ropa).

El libro Marabunta no enfatiza, no juzga ni hace escándalo: sólo transmite poéticamente un intenso conocimiento sobre “los pobres de la tierra”, que decía Martí, en este caso los pobres que habitan en las fronteras que unen y separan a las naciones centroamericanas. Son lugares de tránsito y de tráfico, de búsqueda y encuentro, de desesperación y esperanza; son escenarios naturales para la antigua lucha por la vida. Ahí está, por ejemplo, el río Suchiate, entre México y Guatemala, por donde cruzan, dice el poeta, “la muerte”, “el hambre”, “la enfermedad” y “el odio”; por donde cruzan las personas también, claro está, buscando “olvidar la injusticia de los hombres”. ¿Y cómo cruzan? Como pueden: sin visa ni pasaporte: “como el viento, como las nubes, como el humo”. ¿Caminando? Tal vez sí, tal vez no: “No caminamos, flotamos, danzamos de puntillas en el aire. Somos como la música, como el polen…”.

Mucho más cerca de este sur oriental, el escritor artiguense Fabián Severo nos dice en portuñol que “queim noum cuñese a frontera no sabe lo ques la soledá” y que “na frontera/ a yente se vai con el remolino,/ corpo ventoso,/ panadero/ impurrado por u viento de nadies”.

Y mucho antes Osiris Rodríguez Castillos cantó a una frontera que es camino “del pobre que va por pan”, un camino “bien gaucho” pero “duro de pelar”: “camino de los quileros por las sierras de Aceguá”.

No es casual ni banal que Miguel Hernández hubiera recurrido a la metáfora de la frontera cuando en las Nanas de la cebolla dice sobre los primeros dientes de su hijo pequeño: “frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma”.

 

Eduardo Nogareda (Montevideo,1944) es poeta, comunicador radiofónico, actor y cantautor.
Vivió exiliado en Argentina entre los años 1973 y 1976, y en España después de ese año. En octubre de 2005 retornó al Uruguay. En el año 2007 recibió en Uruguay el Premio Morosoli a la Trayectoria Periodística. Tiene publicados los siguientes libros de poesía: Poesía en carne propia, con otros tres autores, ganadores todos del concurso literario convocado en 1977 por Editorial HOAC, en Madrid; El aire es un gran animal, 1985; El estruendo de una mosca, edición de autor, Madrid, 1992; Pensado campo, Editorial Artefato, 2007; Hoy el cielo es un paraguas que sostiene un triste, Editorial Estuario, 2009; Aunque la orquesta se duerma, Lo Que Vendrá-Revista de Poesía, 2013, con prólogo de Gerardo Ciancio; Los hornos Yaugurú, 2014, libro que fue galardonado con el Premio Bartolomé Hidalgo de Poesía en 2014 y el Tercer Premio Nacional de Literatura en 2016, y Acá no es, Yaugurú, 2016, ternado para el Premio Bartolomé Hidalgo 2016, con prólogo de Ricardo Pallares. En 2018 publicó una segunda edición de Aunque la orquesta se duerma, Ático Ediciones, Montevideo, y Constructo, Editorial Eterno Femenino, México. En 2011 publicó dos discos: uno de canciones, Corsoacontramano, Perro Andaluz, con apoyo del Fonam, y otro de poemas: Ruido de poemas, Yaugurú.