Hace muchos años, tantos que Arturo Pérez-Reverte acababa de dejar de ser un periodista de guerra y recién publicaba sus primeros libros, con gran suceso, como hasta ahora, durante una entrevista -quizás en Montevideo, aunque mi memoria me traicione- se le preguntó con qué imagen resumiría tantos años cubriendo enfrentamientos de un mundo muy convulsionado. La respuesta del escritor fue inmediata: la imagen un perro, flaco, perdido, herido, vagando entre escombros y cadáveres, en algún escenario bélico de los tantos que cubrió. Aquella respuesta siempre me impresionó, porque habiendo sido testigo de tiroteos, crímenes y combates, la imagen que Pérez-Reverte guardaba en su memoria, era la de un perro. Ese animal, obviamente, transmitía muchas cosas para permanecer indeleble en su memoria.
Siempre claro y contundente con sus opiniones, en columnas, notas, reportajes y twitter, el autor ha manifestado su especial consideración hacia los perros, que parece por momentos que ocuparan un lugar de más privilegio, que ser una simple mascota.
Si estos datos resultaran escasos, ahora se suma su nueva novela que Alfaguara acaba de traer a Uruguay. Se trata de Los perros duros no bailan, un original thriller animal, cuyos protagonistas son todos caninos. Si, escribí thriller, novela de misterio, que desde ya adelanto, que engancha y atrapa como la de un Hammett o Mankell.
El protagonista es Negro, un perro con un pasado bravucón y violento del que está totalmente retirado. Alejado de todo acto hostil, buen amigo, amigo de sus amigos y hasta algo galán. Pese a su historia, Negro es, en el presente, un perro tranquilo. Es justamente él, el narrador. Y como buen perro, tu relato es canino, no es humanizado. Justamente aquí radica uno de los grandes méritos de Pérez-Reverte que no le pone pensamientos ni actitudes humanas. Los vínculos entre los pares son tal cual los leemos, tal cual se cuentan por parte del perro protagonista. El autor de Alatriste, maneja la narración con maestría, porque no son animales que hablan, como en el cine.
La historia trata del secuestro de un par de amigos de Negro. Como uno de los grandes temas que sobrevuela la novela es la lealtad, trata de la búsqueda de esos amigos al costo que sea. Por un amigo -dos en este caso- uno hace lo que sea, hasta pelearse con quien sea. Es así, es una novela sobre la lealtad y la amistad. Es un homenaje a los perros, con forma de novela, en clave de aventura de suspenso.
Hay reglas que están muy claras en la organización canina y nadie las cuestiona. Cuando se menciona a una perra, Dido, «un definitivo pedazo de hembra» que derretía el asfalto con su movimiento de rabo, sabía que estaba buena. «Una de las ventajas que los animales poseemos sobre los humanos es que nadie nos exige ser políticamente correctos. (…) Pero por suerte no éramos humanos: Los perros somos machistas, oigan. Faltaría más. Y a mucha honra.» (pág. 27)
Dijo el escritor en una entrevista que «a un perro no le preocupa lo que diga Twitter al día siguiente. Eso me ha ayudado a la hora de describir situaciones o relaciones sexuales entre perros y perras… si esto mismo lo cuento entre seres humanos, se me echan encima todos los colectivos habidos y por haber. Si hago con una mujer lo que un perro le hace a una perra, me meten en la cárcel. Yo estoy a favor de que el machismo sea acorralado, pero escribo esto para recordar al lector que no todo el mundo es así, como en Occidente… no todo el mundo acepta nuestras reglas. Nada está garantizado”.
El título del libro, Los perros duros no bailan, es un guiño, por qué no también un homenaje a la novela del norteamericano Norman Mailler, Los tipos duros no bailan (1984) definida como «brillante, tenebrosa y de fuerza sorprendente» cargada de violencia, sexo, estafas, mediums, entre tantas otras debilidades humanas.
La nueva novela de Arturo Pérez Reverte es ingeniosa, original, divertida y cargada de suspenso. Tiene todo lo que tiene que tener para que en las horas que uno la lee, no deje de pensar en el dicho tantas veces oído o repetido, que cada vez que conozco a los humanos, quiero más a mi perro.
Los perros duros no bailan. Arturo Pérez Reverte – Alfaguara – 160 págs.