Ya no hay revistas de humor. En los diarios y semanarios, que son muy pocos, los ilustradores están reducidos a su mínima expresión, por lo que la opción de hoy son las redes sociales y las publicaciones digitales. Claro que estos nuevos medios no son nada despreciables. A muchos nos permite mostrar dibujos diariamente y dar a conocer nuestro trabajo cotidiano. De hecho, hay una publicación digital Plan H, que está hecha exclusivamente por ilustradores y caricaturistas. Pero hoy aquí estamos, entre otras cosas, reivindicando una forma de dibujar, ilustrar y difundir esa obra.
En Uruguay, la ilustración de prensa, tiene una muy rica tradición. Durante la época de oro de la prensa, las caricaturas, los humoristas, la ilustración en general, eran coprotagonistas del periodismo. Hoy podemos decir que son también periodistas, o lo ejercen a través de las imágenes y los dibujos. Es la caricatura un género periodístico más. Estaban desde los tradicionales caricaturistas políticos o de deportes, hasta los ilustradores de hechos policiales, que sustituían a los fotógrafos. Recuerdo que el Maestro Guillermo Fernández contaba, justamente, sobre su trabajo de ilustrador al lado de los cronistas policiales nada más ni nada menos que de El Diario de la noche, en su época de esplendor. Recordemos también, porque es de justicia, pensar que el propio diario El País, que este año cumple cien años, tuvo a Hermenegildo Sábat. Pero prensa y los medios escritos han tenido nombres que se deben mencionar, como Galeandro, Satut, Centurión, Seoane, Pieri, Peloduro, Mingo Ferreira, entre tantos otros y muy valiosos.
Bienvenida sea toda oportunidad para homenajear a la tradición de la ilustración, al dibujo, que muchas veces pierde en la consideración frente a las artes plásticas, las que aparentemente juegan en una liga mayor. Son muchos -somos- los que reivindicamos el dibujo y la ilustración, como una forma más de comunicación, una manifestación del arte, el paso previo, imprescindible, para llegar a lo que muchos consideran algo superior. El propio Larroca lo escribe en un texto en este libro, Gráfica ilustrada, haciendo referencia a un arte mayor, porque ”la ilustración todavía sigue confinada en un lugar residual, secundario. “
Algunos creen que la ilustración de prensa tiene una vida efímera, porque el diario tiene una vida útil de 24 hs. y al otro dia termina envolviendo la docena de huevos o en el piso, si es un día de humedad.
Así que, antes que todo, este libro es una reivindicación de la ilustración, de la ilustración de prensa y del dibujo.
Hablar del dibujo de prensa y de la ilustración, en este país, además, es hacer referencia a lo que Jorge Abbondanza definió como “un momento histórico a la vez oscuro y brillante. El comienzo de los años `70 fue un trecho de brutal turbulencia para Montevideo, pero en su terreno artístico fue también un relámpago”. Escribió Jorge que el impacto de los dibujos en aquella época fue “tan espectacular que María Luisa Torrens lo definió como «el dibujazo». No se trataba solamente de la intensidad de los estilos personales, sino del grado en que esas modalidades remitían a la vida de la gente, testimoniando sobre el papel las cosas graves y muy graves que sucedían diariamente. El artista plástico se convirtió así en un mensajero, poniendo sus herramientas al servicio de una función alusiva y un alcance metafórico que acompañaban los estados de ánimo -por cierto arrebatados- que la gente vivía en la calle, a medida que la situación del país se enrarecía y podía desembocar en una crisis múltiple (política, económica, social, cultural), de la que se saldría trabajosamente una larga década después. Entonces el dibujo de los artistas dijo al contemplador unas cuantas cosas, a medida que la situación nacional -y en particular el poderío represivo del Estado- condicionaban la capacidad de maniobra de ese lenguaje. Por medios eufemísticos, recursos indirectos y sutiles interlineados, los dibujantes estamparon la realidad “. Esta descripción de Abbondanza, escrita para una muestra del Dibujazo de hace algunos años, se adecua perfectamente al libro de Larroca.
Este libro es un recorrido por cuarenta años de ilustraciones. Toda una vida. Lo que se aquí se cuenta (porque por más que sean dibujos y sean para “mirar” hay relato, hay historias) es el resultado de haber dibujado incansablemente. De haber guardado, por lo menos, tres mil dibujos y haber seleccionado entre ellos unos cuantos para armar esta Gráfica Ilustrada.
De la caricatura como una de las bellas artes
Hace algunos días, en Sábado Sarandí, conversando con Larroca sobre que un artista, generalmente, en su búsqueda, en algún momento de su carrera, encuentra un estilo y ese estilo se transforma en un sello de su personalidad artística, en una grifa. Sin embargo, sólo mirando este libro, nos daremos cuenta que Larroca no tiene UN estilo, sino que es inmensamente versátil. Tiene una capacidad camaleónica de adecuarse a la propuesta plástica que se le imponga o que desee. Así está el estilo de las ilustraciones para el Cultural de El País, o para la página de espectáculos del mismo diario, o para la película Sangre de campeones, que nada tienen que ver unas con las otras, o sus tapas de discos o las viñetas de París o del Sorocabana o los apuntes sobre las pardas de los ómnibus. No hay un solo estilo, hay muchos, no hay un solo Oscar Larroca, hay muchos y eso es, entre otras cosas al talento, a la dedicación, al esfuerzo, pero por sobre todas las cosas, a lo que Arotxa define en el propio libro como un “extraordinario virtuosismo, fruto de una técnica irreprochable”.
En el número dos de La Pupila, esa fantástica publicación que crearon y dirigen Gerardo Mantero y Oscar Larroca, escribí un artículo titulado «de la caricatura considerada como una de las bellas artes». Ese concepto no es personal, sino que es una cita del escritor cubano Alejo Carpentier que, en un artículo sobre caricatura norteamericana, publicado en la revista Letra y Solfa en noviembre de 1956, menciona que “la caricatura ha logrado, en los Estados Unidos, una calidad de factura y de contenido difícil de igualar.” Alude en ese artículo a Saúl Steinberg, al que define como “caricaturista de ‘cosas’, tanto como caricaturista de hombre” y que hace pensar “en el nivel que ha alcanzado un arte, considerado hasta ahora como arte menor, en la multiplicación de sus enfoques satíricos.” Los caricaturistas norteamericanos de aquella época –mitad del siglo XX- eran elogiados por el escritor cubano, que indica que “cuyas ocurrencias diarias están constituyendo una suerte de recuento de las angustias del hombre civilizado en esta época.” El artículo menciona como “caricatura” al llamado dibujo satírico, de situación, que no siempre tiene un personaje conocido como protagonista. Casi diez décadas después, si bien la caricatura ganó espacios, todavía es considerado por muchos, un arte menor. Aunque sea “un modo de expresión que dispone de argumentos propios para decir las cosas”, como argumentó Carpentier en el mismo artículo.
Y esta es una excelente definición del libro de dibujos que estamos presentando Permítanme reiterar los conceptos de Carpetier:
- caricaturas de ‘cosas’ tanto como caricaturista de hombre”,
- “ocurrencias diarias están constituyen una suerte de recuento de las angustias del hombre en esta época.”
- dibujo satírico, de situación, que no siempre tiene un personaje conocido como protagonista. “un modo de expresión que dispone de argumentos propios para decir las cosas”
Charles Baudelaire, que tiene un formidable ensayo sobre la caricatura y la sátira, indicó que “sin duda alguna, una historia general de la caricatura en sus relaciones con todos los hechos políticos y religiosos, graves o frívolos, relativos al espíritu nacional o a la moda, y que han agitado a la humanidad, resultaría una obra gloriosa e importante”.
Todo esto es parte de lo que nos encontramos en este libro increíble que tiene el formato del sobre de los viejos discos long play y que pesa dos kilos y medio.
Oscar Larroca lleva una vida dedicada a la ilustración y al dibujo, aunque también tiene la faceta de obra pictórica tan rica como esta. Es docente y también es un lúcido y provocador ensayista. Sus libros no nos dejan indiferentes, pensamos, dialogamos,respondemos, nos enojamos. Oscar tiene la habilidad de movernos la estantería.
Las redes sociales, mencionadas hace un ratito, nos permiten encontrar casi a diario al Oscar cuestionador, visceral, auténtico. A tal punto, que hasta andan circulando rumores que se va con tal o cual candidato. Parece que más de un grupo político quiere tener a esta mente lúcida en sus filas. En fin, quienes lo conocemos, sabemos que la cosa no pasa por ahí.
Larroca todavía carga, como una pesada mochila, su explosión mediática cuando un torpe intendente de Montevideo, le bajó una muestra, siendo él un veinteañero. Han pasado 32 años de aquel suceso y todavía hoy se lo recuerda. El sábado pasado en la radio, el entrevistado que venía después de Oscar, cuando entró al estudio, me preguntó, “este es el pintor que armó el quilombo en la Intendencia?” Para muchos, parece que aquello de 1886, pasó ayer.
Yo prefiero decir, cuando me cruce con Oscar, decir que ahí va uno de los más talentosos artistas que ha dado el Uruguay en los últimos cincuenta años.
(*) Esta nota está redactada sobre la base de la presentación del libro Gráfica ilustrada, el 5 de junio de 2018, en el Museo Nacional de Artes Visuales, junto a Elvio Gandolfo y Carolina Santaello.
Las dibujos de este artículo son del libro Gráfica ilustrada. La caricatura de Óscar Larroca fue realizada por Arotxa.