Priscila Guinovart (Rocha, 1982). Delicatessen.uy la puso en el aprieto de que escribiera alguna líneas sobre ella: «A los 8 años gané un concurso de literatura escolar por un poema. A los 14, uno liceal interdepartamental por un cuento corto. A los 19 empecé a escribir en Voces, discrepancias aparte, Alfredo García es uno de los tipos más grandes que he conocido y le debo muchísimo. Paralelamente, cursaba Periodismo y Locución aunque nunca culminé mis estudios (me incliné por la docencia del Inglés). Trabajé en radio en Punta del Este, donde viví de los 17 a los 22. En 2014 publiqué La cabeza de dios, escrito en Londres y en Santiago de Chile, ciudades en las que viví. Me radiqué luego en un pueblo a 50 kilómetros de Múnich y actualmente vivo en París. Desde 2014, soy columnista de Panam Post. Este año edité Memorias con olor a mar, de Luciana Núñez Borchi. No soy fanática de nada, con una sola excepción: Jorge Luis Borges. Creo firmemente que las pasas de uva son un invento del diablo. Hablo inglés, francés y alemán. ¡Qué se yo! Resumilo en docente, escritora y editora.» Es aliada confesa de Delicatessen.uy.
Un sabor de la infancia
Todos en mi familia cocinan muy bien, tengo dos familiares directos que se dedican profesionalmente a la gastronomía, por lo que elegir me resulta un tanto difícil. Disculpas mediante, me la juego por una crème moka de una tía presente en todas las tortas.
Una manía confesable
Marcar todos los mails como leídos.
Un amuleto
No tengo, no podría confiarle mi suerte a un objeto inanimado.
El último libro que leí
La llamada de la tribu, de Vargas Llosa.
Una película que me marcó
¡No se imaginan lo personal que es esta pregunta! Una película de Steven Spielberg que vi en mi temprana infancia y derivó en una fobia que al día de hoy me atormenta; prefiero no especificar.
Algo que evito
Discutir en redes sociales o responder un agravio. Entendí hace mucho tiempo que la gente no se enoja con uno, sino con la idea que tiene de uno. A partir de ese punto, cualquier llamado a la razón es una pérdida de tiempo asegurada.
Si pudiera volver a empezar sería
¿Un Jedi? No, no cambiaría nada.
Un lugar para vivir
Cualquiera en el que se sea genuinamente feliz, la vida es muy corta como para caer en clichés.
Un lugar para volver
Esta pregunta es complicadísima para mí: no soy particularmente nostálgica y, sobre todo, soy una persona que mira hacia el futuro. No pienso en los lugares en los que ya he estado, pienso en todos aquellos que me quedan por descubrir.
Una materia pendiente
¡Cantar! Es una de mis fantasías más salvajes ¡y pucha que canto mal! Cosas malas pasan en el mundo cuando canto: se agudiza la crisis en Medio Oriente, Kim Jong Un desarrolla un misil más poderoso, Paulo Coelho escribe otro libro…
Un acontecimiento que cambió mi vida
La muerte de mi papá.
El escritor definitivo
No me gusta ser definitiva, muy especialmente en literatura, pero digamos que si tuviera que rescatar un libro de un incendio para dejarlo a las futuras generaciones sería sin dudas un Cuentos Completos de Borges.
Algo que jamás usaría
¡Me da chuchos el término “jamás”!
La última vez que pensé “tierra, trágame”
No, son cosas que no me pasan. No porque no me mande macanas, cuya presencia abruma, sino porque no creo que la vergüenza sea constructiva.
El lugar más feo del mundo
Cualquiera en el que estemos en contra de nuestra voluntad.
Una rutina placentera
Jugar juegos de mesa.
Me aburre
La gente cool.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Las trufas y el foie gras (me duele en el alma admitir que me encanta).
Una canción que aún me conmueve
L’hymne à l’amour, de Edith Piaf.
Un restaurante que nunca falla
En Montevideo, La Bottega.
Algo que cambiaría si pudiera
La insistencia del ser humano con el fanatismo.
El valor humano que más admiro
La voluntad.
Una última palabra
Gracias.