“…la Casa de Medrano, cuya bodega sirvió de prisión espontánea a Cervantes, siempre abonado a pendencias diversas, muchas de ellas de faldas, algo que no debe de extrañar para la época puritana en la que vivió el genial escritor universal.”
La primera vez que el viajero visitó la parte de La Mancha más quijotesca no pudo dejar de evocar la universal obra de Cervantes en cada uno de los pueblos que visitaba, en cada rincón, en cada calle, en cada plaza. Acostumbrado a imaginarse paisajes austeros e historias impresionantes con la lectura del Quijote, visualizar por vez primera lugares que parecían haberse detenido en el tiempo significó para él un gran descubrimiento y una mayor dosis aún para su imaginación. En Villanueva de los Infantes pudo ver la Casa del Caballero del Verde Gabán (que protagoniza el capítulo XVIII de la Segunda Parte Quijote) y no podía dar crédito a aquella conversación que mantenía con su dueño —un señor mayor, exquisitamente educado y elegante en apariencia y trato—, consistente en la similitud de lo narrado con la esencia actual del zaguán que da entrada a la casa. Su dueño le comentó que intentaba que todo estuviera tal y como narró Cervantes en su universal obra y eso le pareció la mejor contribución que se puede hacer a la literatura cervantina. Este coqueto e histórico pueblo de la provincia de Ciudad Real, que lleva a gala ser uno de los más presentes en la obra de Cervantes, no dejaría de ofrecer al viajero satisfacciones ya que allí reposan los restos de uno de los escritores más ilustres y brillantes de las letras hispanas: Francisco de Quevedo y Villegas. De hecho, en la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, en la céntrica Plaza Mayor de esta población, están sus restos y en esta localidad pasó sus últimos días, en un austero cuarto del antiguo Convento de Santo Domingo —que es una hospedería en la actualidad—, cuya recreación es evocativa. Que se posibilite la fusión entre la historia y la realidad es un verdadero hallazgo.
En aquel primer viaje continuó la ruta quijotesca preestablecida y gracias a que estudios detallados han logrado ir localizando parte de los lugares citados enigmáticamente en El Quijote, pudo ir visitando puntos claves. En Argamasilla de Alba, no lejos de la autovía que une Andalucía con Madrid, pudo conocer una de las moradas obligadas del escritor de Alcalá de Henares: la Casa de Medrano, cuya bodega sirvió de prisión espontánea a Cervantes, siempre abonado a pendencias diversas, muchas de ellas de faldas, algo que no debe de extrañar para la época puritana en la que vivió el genial escritor universal. A aquella bodega bajó y pudo hacerse una idea del lugar donde, sostienen algunos eruditos, nuestro autor más universal comenzó a escribir Don Quijote de la Mancha. Y, aunque, casi siempre es la literatura y no la realidad la que nos hacer viajar a lugares imaginarios no pudo resistirse a ver el decrépito estado de lo que según la tradición fue la casa del Bachiller Sansón Carrasco en este típico pueblo manchego, totalmente vinculado a Cervantes y a su obra. Igualmente visitó el histórico pueblo de Alhambra, en cuyos vastos campos pudieron celebrarse Las Bodas de Camacho, y ni por asomo descuidó la visita a Puerto Lápice, en cuya Venta —aún establecimiento hostelero—, se afirma, se manteó al bueno de Sancho y fue ordenado caballero D. Alonso Quijano. Era de presumir que visitando El Toboso no hallaría ni rastro de la amada de D. Alonso Quijano, Dulcinea, pero sabía que no podía dejar de pasar esa oportunidad y sentirse parte de esa historia universal. Mucho disfrutó el viajero de aquel primer viaje, sí. Por eso en el segundo, la agenda era distinta. Sin tener tan presente a Don Quijote, en esta ocasión volvió a sumergirme en el interior de tierras manchegas, siendo inevitable parecer atisbar, mirando en lontananza en el horizonte, a un tipo larguirucho y adusto con lanza montado en un raquítico caballo y a un español de bien, rechoncho y embrutecido a lomos de un inocente y cansado jumento. Esa imagen podría estar totalmente asociada al rojizo paisaje manchego, aunque ahora la idea era ver lugares, igualmente míticos, pero por distintos motivos como, por ejemplo, las Tablas de Daimiel. Y ha de decir que para nada le ha defraudado esta nueva visita a La Mancha.
Siempre conservamos en la mente los lugares literarios e históricos, sabedores de que son pocas las ocasiones en las que la realidad coincide con la imaginación. Sin embargo, en muy raras ocasiones lo imaginado con la lectura se presenta ante los ojos en la realidad. En pocas ocasiones ocurre esto, pero cuando ocurre la satisfacción es infinita. Y aunque cambien los tiempos y todo esté contaminado por el turismo de masas (del que el viajero también forma parte, aunque intenta que no siempre sea así); aunque delante de un monumento insigne se encuentre groseramente aparcado un cuatro por cuatro reluciente, siempre habrá lugares que podrán bailar con la imaginación. Y de esos pocos lugares, La Mancha, quijotesca o no, está entre ellos. Volver Leía el viajero en un diario que solo dos manchegos contaban con rutas turísticas propias por La Mancha. Uno de ellos no necesita presentación: nuestro universal Cervantes; el otro es mucho más actual: Pedro Almodóvar.
De las distintas rutas basadas en El Quijote ya ha hablado un poco más arriba, pero ahora se propone hablar de la zona que tanto ha influido en el cine del director español más universal. Y lo hace, no porque sea un pertinaz seguidor de sus películas, algunas de las cuales le gustan, sino por la peculiaridad del lugar o lugares. Pedro Almodóvar nació en el corazón de la provincia de Ciudad Real, en un pueblo pequeño llamado Calzada de Calatrava, uno de los tantos que pertenecieron a la Orden religiosa-guerrera, fundada en el S. XIII, que dispuso su sede central a muy pocos kilómetros del pueblo del famoso director. Calatrava la Nueva, o el Castillo de Calatrava es una mole inmensa de origen árabe, que gana protagonismo al emerger majestuosa en una zona de vastas llanuras. Allí estuvo organizada la plana mayor de la famosa Orden y suyos fueron todos los pueblos y tierras de esa región; de hecho, la mayoría de los pueblos de la comarca utilizan la denominación Calatrava. Calatrava la Nueva, es llamada así porque supuso la alternativa a Calatrava la Vieja, un castillo mucho más pequeño —también denominado de Salvatierra— muy cerca del anterior y del que solo quedan mínimos vestigios. Como venía a referir, nunca ha sido un incondicional del cine de Almodóvar —aunque sí ha disfrutado de algunas de sus películas, ya lo ha comentado—, pero acabó visitando su pueblo, si bien el argumento principal era ver la inmensa fortaleza.
Los pueblos de Castilla-La Mancha son muy similares en paisanaje y estética entre sí, y conservan cierta similitud con los andaluces, si bien se presentan mucho más austeros en las formas. De modo que pasear por las calles de Calzada de Calatrava le hizo comprender una parte importante del cine del director manchego. Cuando hace algún tiempo vio la película Volver y con templó esas imágenes de la casa familiar del pueblo que aparece en la película, esa impresionante escena del funeral en comitiva por las calles o el ambiente pueblerino del cementerio, inmediatamente le vino a la mente el pueblo de Almodóvar y comprendió que la esencia de su cine surge de esos recuerdos de su historia personal. Las historias imaginativas que Almodóvar nos cuenta en algunas de sus películas son el resultado de la memoria infantil de esas calles; de su madre, de sus vecinas, de su padre, con el que no tuvo una relación ejemplar. Por tanto, no le parece extraño que el cineasta evoque su pueblo y lo relacione con muchas de las escenas que fabrica en sus películas. En Volver esa relación se le antoja al viajero antológica, y por eso le parece una de sus mejores películas. De hecho, le oyó contar hace unos días en televisión que esos relatos orales de apariciones de muertos los había escuchado siempre de boca de sus abuelas, como los escuchó el viajero de boca de una de las suyas y luego trasladó a varios relatos; como seguramente las escuchasteis vosotros, apreciados lectores. En Volver esa historia de apariciones es una ingeniosa metáfora, una oscura historia familiar, como seguramente fueron todas las historias de apariciones que escuchamos cuando niños a nuestras abuelas. Historias que ayudaban a matar el tiempo. El mismo que hoy mata la televisión y las redes sociales e Internet.
Pueblos en los mucho más para las mujeres que tenían vetado por las normas sociales pasar las noches en las tabernas, que ocupaban todo el tiempo de sus esposos justo desde el momento en el que dejaban la tarea del campo de cada día. De toda esa conjunción surgen vivencias que merecen ser contadas y Pedro Almodóvar como buen observador ha sabido extraer la esencia para su cine, igual que la extrae un escritor para sus libros.
José Antonio Flores (Pinos Puente, España) es Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada. Fue Concejal de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Pinos Puente. Colabora habitualmente como articulista en el diario Ideal de Granada (con ediciones en Jaén y Almería) y otros medios físicos y digitales, así como en diversas revistas genéricas y específicas, relacionadas con el ámbito jurídico. Ha publicado relatos cortos en prensa y en diversas antologías y libros colectivos, habiendo siendo premiado o finalista en diversos certámenes. También colabora en prensa en la sección de artículos de opinión. Pero, sobre todo, le gusta escribir. Hasta el punto traduce a palabras una de sus otras pasiones: correr. De hecho, a esa faceta ha dedicado dos libros y diversos relatos y artículos de opinión e, incluso, varios poemas. Así son las obsesiones… Algunos de sus libros: Conversación en la taberna y 41 relatos (Editorial LUHU, 2015), Opiniones Intempestivas. Antología de relatos de opinión publicados en prensa (Editorial Estratega, 2016), Corriendo entre líneas (Editorial Leibros, 2017), Tú puedes correr. Comienza a correr desde cero, Relatos y artículos de viajes.
Blog: jantoniofloresvera.blogspot.com.es
Este texto, pertenece al libro Relatos y artículos de viajes y su publicación en Delicatessen.uy fue expresamente autorizada por el autor.
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