Tomar un café en el Alvear | Sylvana Cabrera

Hay lugares a los que uno siempre quiere volver. Este es el caso de la cafetería del Hotel Alvear de Buenos Aires. Tomar un desayuno en el salón o un expresso en la cafetería, son de esos antojos a los cuales no le puedo decir que no. La elegancia de su edificio como de sus instalaciones, son el espíritu de una época de oro de la ciudad porteña.

El origen del emblemático Alvear

Cuenta la historia que un señor llamado Rafael De Miero dejó casi en la miseria a Enriqueta Monsegur, una de las mujeres perteneciente a una de las familias más ricas de la sociedad argentina. Luego de varios viajes a París, De Miero quedó obsesionado con la idea de construir un hotel razón por la que compró con plata de su enamorada un terreno en la esquina la avenida del mismo nombre y Ayacucho, corazón de la Recoleta.

Las obras comenzaron en 1922 y luego de unos años de marchas y contramarchas, la construcción llegó a su fin, al igual que la fortuna de su mujer Enriqueta. En la década de 1940 el hotel fue ampliado sobre el terreno vecino de la Avenida Alvear, ocupando el lugar de otra mansión.

El edificio posee 5 subsuelos, planta baja y 11 pisos altos. Al momento de su inauguración, solo estaba terminado hasta el 4º piso incluido. En la planta baja fueron ubicados los salones y comedores, a los costados de una gran galería central de 85 metros de largo, inspirada en los transatlánticos de la época. Fueron diseñados en los estilos intermedios entre el Luis XIV y Luis XVI, con reproducciones de elementos del arte decorativo francés. Los corredores de los pisos superiores fueron adornados con pilastras curvas en laqué rojo, contrastante con el tono gris de las paredes y las alfombras coloridas.

Viaje en el tiempo

Un café en el lobby bar
El lobby bar, es el lugar ideal para una pausa y un buen café. El solo entrar en el hotel, sentarse en los cómodos sillones de un cuerpo y apreciar el decorado con boisserie original de estilo francés, nos permiten disfrutar de la magia de este lugar. Un café doble y dos expressos acompañados de unos maravillosos bocados dulces, costaron $ 330 pesos argentinos lo que significan unos $650 pesos uruguayos. Muchos me dirán que un poco caro para 3 cafés pero cada bocado y el entorno maravilloso bien valen la pena.

Las cascaritas de naranja azucaradas son realmente imperdibles y las miniaturas de lemon crud o de chocolate amargo un capítulo aparte. La atención es solemne, pero como bien diría mi hija “a la vieja escuela”, donde el respeto por el cliente forma parte del espíritu del lugar. Algo que me enamora de este lugar es la vajilla de porcelana original y los detalles de platería que asoman en todos los servicios.

Almorzar en L’Òrangerie
El almuerzo buffet de LÒrangerie es propio de otros tiempos. Este jardín de invierno en el medio del hotel, le da a uno la sensación de que el reloj se ha detenido en un época dorada. Variedad de ensaladas, una oferta muy interesante y que cambia con las estaciones de platos calientes y fríos. La propuesta de postres sobre todo los frutales son una verdadera delicia. La hora del té en este hermoso y luminoso sector es imperdible.

Una selecta carta de tés, que recorre una variedad de cosechas limitadas y los más preciados aromas de los tés verdes, negros y blends, sumados a los tradicionales tés saborizados de la selección de L’Orangerie acompañados de scones recién preparados, budines (no pueden dejar de probar el de naranja y amapolas), las mini pâtisserie, o las tarteletas de frutas de estación son un placer a la vista y al paladar. Deben de probar el “Blend Alvear”; que rescata la esencia del Alvear Palace Hotel en exóticos aromas y sabores con hebras de té negro de las hojas más nobles de cada planta, almendras, cítricos del Mediterráneo y pétalos de rosas.

La boutique de Jean Paul
Confieso que toda la fascinación que inspira en mi el Lobby bar o una almuerzo o té en L’Orangerie, no me sucede lo mismo con el restaurante de Jean Paul Bondoux. Las últimas experiencias que he tenido tanto en el restaurant como en la boutique, no fueron por cierto muy buenas.

Nadie discute la capacidad técnica ni el sello inconfundible de este excelente chef de origen francés al cual nos disputamos argentinos y uruguayos debido a su larga trayectoria en ambos países.

Confieso que he tenido experiencias “religiosas” desde el punto de vista culinario en La Bourgongne de Punta del Este y ni que hablar en este restaurant o boutique hace unos años, pero sin dudas, ya no es lo mismo.

La boutique estaba en las dos últimas visitas que he hecho, desabastecida de mercadería y con una oferta pobre y poco tentadora.

Este lugar siempre se caracterizó por una oferta de panificados que realmente eran un atentado a todos los sentidos. Los petit pain o los croissaint un capítulo aparte, por lo que es una pena que no mantengan el estándar de calidad de todos estos años.

La atención al menos en la tarde es muy buena y la persona que está a cargo tiene mucha familiaridad con los productos. En el caso del restaurante no sucede lo mismo, es caro, el servicio poco esmerado y la propuesta deja que desear.