Muchas cosas están cambiando en el universo culinario. Cuando alguno de nosotros eramos unos niños, las gallinas paseaban por las granjas y los patios de algunas casas, en absoluta libertad.
Los “tiempos modernos” (que bien lo plasmo en esa obra maestra el genio de Chaplin), trajo consigo una feroz industralización que no ha dejado nada al descuido. La máquina industrial parece no parar, más si se tiene en cuenta que ya estamos en otra verdadera revolución que es la tecnológica, evidenciando algunos beneficios, pero sin dudas muchos perjuicios para la salud humana y sobre todo, para nuestro generoso planeta.
Los alimentos han sido cada vez más manipulados, corriendo el riesgo algunos de ser sustituidos por similes industriales y otros, convertirse en piezas en extinción.
En algunos aspectos, nuestro país está aún lejos de esa carrera infernal, pero en otros, nos vamos lentamente mimetizando y absorviendo las mañas de los países “avanzados”.
En lo personal, no reniego de algunos avances, siempre y cuando no atenten contra el bienestar de nuestro planeta y nuestra propia vida.
Tanto se les ha pasado la mano a estos señores, que cada día se presentan leyes referidas a controlar y encaminar desvíos vinculados a la producción alimenticia. Este es el caso del presente artículo, donde los huevos son los protagonistas.
Los controles que se proponen a corto plazo
El Ministro de Agricultura de Francia confirma que a partir del año 2022, todos los huevos que se vendan en este país, deberán proceder de gallinas que vivan al aire libre y no encerradas en jaulas.
“La Gala Dorada” (una raza de gallina francesa que es conocida bajo la representación de su macho llamado “gallo francés” y que es símbolo de Francia,) es el motor inspirador de una promesa de campaña del Presidente Macron para proteger a esta especie y a sus derivados… los huevos.
Francia es el primer productor de huevos de Europa, cuyo comercio aporta 14.000 millones de euros al año.
El 60 % de la producción mundial de huevos procede de la cría de gallinas en jaulas llamadas en batería y que las organizaciones de defensa de los animales consideran «jaulas de tortura».
El 90 % de los franceses se dicen «favorables» a la prohibición de las jaulas en batería, destinadas a la producción industrial y masiva de huevos.
Según informes presentados, las jaulas en batería podrán seguir funcionando, pero sus huevos estarán destinados únicamente a la industria de los productos «transformados».
A la fecha, el 68 % de los huevos vendidos en las grandes cadenas de híper y super mercados, provienen de granjas concebidas industrialmente con jaulas en batería.
Ante la promesa gubernamental del presiente Macron, la gran mayoría las empresas de la gran distribución han prometido que los huevos producidos en granjas industriales desaparecerán de sus ofertas comerciales, antes incluso de la fecha prevista.
Por ahora, sólo un 6 % de los huevos vendidos por la gran distribución provienen de gallinas que viven en granjas al aire libre. Otro 7 % proviene de granjas que trabajan con productos que respetan el medio ambiente con tratamientos biológicos “naturales».
A juicio de diversas organizaciones medio ambientales, los huevos de gallinas enjauladas son doblemente nocivos: «producidos en espacios cerrados y sin luz natural, son peligrosos para la salud de las gallinas, con riesgos potenciales para la salud humana, como consecuencia».
España que es un país que al igual que Uruguay produce más de lo que consume, está trabajando desde hace algunos años al igual que Francia, en este tipo de controles.
La difícil realidad que vivieron el año pasado muchos países de la Comunidad Europea (Bélgica, Alemania, Francia, Reino Unido, Irlanda, Austria, Suiza, Dinamarca, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Suecia), a raíz del uso de un pesticida llamado fipronil calificado como “modernamente peligroso” por la OMS (Organización Mundial de la Salud), trajo aparejado un aceleramiento en la imposición de estas medidas.
La realidad en Uruguay
En nuestro país la producción de huevos, es desde hace un tiempo mayor que el consumo. Evidencia de ello, es la presencia de vendedores en ferias, esquinas de la ciudad, mercados y supermercados. No es un producto difícil de conseguir, pero es real que su consumo per cápita ha disminuido, estimándose en 282 huevos por habitante al año.
El aumento en el consumo se ha visto afectado, debido a dos factores fundamentales. El primero, una evidente población envejecida que mantiene prejuicios contra un mayor consumo, debido a años de campaña por parte del sector médico.
En segundo lugar, la falta de responsabilidad de algunos en la producción local y de los provenientes de las exportaciones.
Es cierto que se están ampliando las exigencias a los productores por parte del gobierno central y las autoridades locales, pero aún no se visualiza una diferenciación entre las producciones conscientes y las que no los son, herramientas que nos beneficiarían a los consumidores o al menos nos permitiría tener el origen y la calidad de los mismos.
Los huevos de campo de yema anaranjada y una clara firme y transparente, han ido desapareciendo del mercado en forma paulatina. Ojalá que las medidas que se toman a nivel mundial puedan dar sus frutos en nuestro país y que quienes tenemos la responsabilidad de dar de comer a otros, lo hagamos a consciencia.
Lo que nos ofrece este alimento si es bien producido
- El huevo es un alimento muy nutritivo y puede ser parte de una dieta sana.
- Contiene todos los aminoácidos esenciales para el hombre.
- Contiene vitaminas (en especial vitamina B12, ácido pantoténico, biotina, Vitaminas D, A, B2 y niacina) y minerales (fósforo, zinc, selenio).
- Es de nivel medio en calorías (hay 156 calorías en un huevo entero).
El huevo también contiene grasa, que equivale aproximadamente a 213 mg de colesterol. De ahí que se haya vinculado al huevo con el aumento de los niveles de colesterol malo y las enfermedades cardiovasculares. Como en todos los casos, consumir productos de calidad y con moderación, son la clave de una vida saludable.