Hace algún tiempo recibí un mensaje. Una lectora pedía recomendaciones de restaurantes íntimos, con encanto; un lugar especial cuyo escenario fuera el marco perfecto para celebrar. Hubiera querido tener una docena de lugares para recomendar, pero en aquel momento, era acotadísima la lista de restaurantes que conocía que reunieran las virtudes de una cocina que sorprenda, en un entorno coqueto de pequeña escala que abriera para cenas. Hoy, transcurrido más de un año desde aquella consulta, no dudaría ni un momento en recomendar Amorín Provisión.
Como algunos otros, el restaurante, figuraba en esa lista viva de lugares pendientes en un Montevideo cuya gastronomía no deja de evolucionar. Amorín Provisión es un pequeño restaurante de reciente apertura que gobierna discreto la intersección entre Durazno y Barrios Amorín. Un chaflán que esconde el modesto tesoro del ayer detenido tras sus muros. Un lugar con el sutil encanto de una sencillez ponderada, donde nada sobra o falta.
El restaurante conserva el alma dichosa de un antiguo almacén de barrio, con ese encanto que desprenden los entornos vintage. Una barra de mármol preside la entrada al local, tras la cual luce hermosa una de esas heladeras antiguas forradas en madera con puertas frontales y remaches de acero. En la pared reposa un letrero de lata pintado en amarillo, luciendo letra tras letra esa palabra de nombre Provisión.
Un sorteo de pequeñas mesas separan la barra de una cocina abierta a la vista del cliente, donde Agustina Gagliardi y Raúl Dominguez hacen su magia para una propuesta que sin serlo, recuerda al clásico bistrot francés. La carta, escueta y acertada, pasea juiciosamente por algunas cocinas del mundo, con versiones reconstruidas de guarniciones y platos paraguayos, guatemaltecos, italianos y marroquíes, sin perder en ningún momento la impronta nacional.
Entre las entradas encontramos sabrosas sutilezas como la casi húngara casera con hash brown, ali oli de Dijon y tomate y perejil; el mbeju de vegetales con feta nacional, hierbas y sweet chili; el tostón de morcilla con yema curada y mostarda de peras o las excelentes berenjenas con chermula, trigo burgol y yogurt casero especiado. Los principales apuntan a la reinvención de los clásicos, bajo el imperio de manos diestras con dominada sazón. La pesca del día es acompañada con papas al plomo, crema ácida, pico de gallo y provenzal; el matambrito de cerdo adobado viene con boniatos, azúcar mascayo y salsa de yogurt y el muslo de pollo crocante incluye limón quemado, zapallo, kale y vinagreta de cebollas asadas. Para culminar el deleite nos encontramos con postres que integran ingredientes originales como la torta húmeda de chocolate con crema inglesa de laurel o los boniatos en almíbar con queso massdam, limón y nueces caramelizadas.
El rincón de Agustina y Raúl supone toda una revelación culinaria, un restaurante con alma y sazón, ubicado en un barrio cuya nueva cocina no deja de conquistar paladares. Si hoy volviera a recibir ese mensaje solicitando recomendaciones para una cena con encanto y sabor, no dejaría de citar una ineludible parada en Amorín Provisión.
Amorín Provisión
Durazno 1451
Abierto de miércoles a sábado de 20:00 a 23:30 horas