¡Por suerte existe el placer para deleitarse! Hay placeres para todos los gustos y cada uno tiene que saber disfrutar de las pequeñas o grandes cosas que la vida nos propone.
Hace por lo menos cuarenta y cinco años –o más, vaya uno a saber- durante un almuerzo de Navidad, mi querido primo hermano Rafael guardó durante toda la comida y durante todos los platos que se sucedieron uno tras otro, un par de aceitunas. Reservarlas para el final era un máximo regocijo para él. Mirarlas, saber que estaban allí, como esperando ser saboreadas. Casi se podría decir que fue algo más de una hora de expectativa aguardando por aquellas aceitunas que serían el broche de oro de un opíparo almuerzo familiar. Me parece verlo todavía. Hasta que llegué yo, que tendría seis o siete años, se las saqué y terminé comiéndolas. ¡Lo que fue su cara de frustración y rabia! Mirado hoy el suceso, aquella chiquilinada fue una maldad, una crueldad que Rafael no merecía. Sin embargo, fue un momento con el cual nos seguimos divirtiendo, aunque me lo sigue echando en cara. El cuento, que no es “la gran anécdota” de nuestras vidas, nos permite entender cómo uno puede sentir placer con las cosas más insignificantes, del tamaño de una aceituna, pero que para uno –Rafael en este caso- puede ser supremo. Y honestamente, que tras más de cuatro décadas nos estemos riendo con aquello, no deja de ser un recuerdo placentero.
Todo esto viene a que un interesantísimo libro sobre el placer, me ha hecho repasar mi historia personal. El destacado intelectual Marcos Aguinis indica que “el placer no es irrelevante. Es concreto, cotidiano y alcanzable. Es una necesidad. Sin su titánico motor se detendría el mundo.” En su libro Elogio del placer (Sudamericana, 2010) Aguinis analiza un sinnúmero de variables que hacen al disfrute y el goce.
El placer es una sensación o sentimiento positivo y agradable que se manifiesta cuando se satisface alguna necesidad personal. Por ejemplo una bebida cuando hay sed; hambre, comida, descanso cuando hay fatiga y diversión cuando uno está aburrido. Cuando hay ignorancia o desinformación el conocimiento y los datos son siempre bienvenidos. Cuando sentimos placer, nuestra autoestima se consolida.
Dice Aguinis que el catálogo del placer incluye el arte, no solo es placentero escribir, también lo es leer, bailar, el trabajo en lo que a uno le gusta, “los deleites” de la amistad, el placer del estudio, en los creyentes durante la plegaria o el de los viajes o el de los alimentos o el de los éxitos familiares o una bebida.
El libro se trata de un ensayo muy lúcido, con un relevante recorrido histórico sobre diferentes variables del placer, desde lo sexual hasta la risa y el humor y en el medio, aspectos placenteros de la vida cotidiana de los más diversos. Durante una entrevista dijo que «el mayor de los placer es aquel en el que podemos zambullirnos y podemos estar allí un largo rato. Por ejemplo, cuando uno se sumerge en una música, o está bailando y se olvida del mundo. El placer intenso está vinculado con la permanencia»
ELOGIO DEL PLACER. Marcos Aguinis. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2010. 252 págs.
Foto: www.vegetarianoschile.cl