Sopa de tortuga, acompañada por un vino amontillado.
Caviar y Veuve linis Demidoff acompañados de un Veuve Clicquot de 1.860.
Ensalada de endivias, nueces y lechuga con vinagreta francesa.
Codornices en sarcófago que consisten en codornices rellenas de trufa negra y foie, y reposadas dentro de un volován con salsa de vino Clos de Vougeot cosecha de 1.845.
Selección de quesos franceses, con el roquefort, el camembert y el comté como exquisiteces principales.
Fruta fresca: higos, dátiles, uvas y piña.
Tarta de cerezas, frutas confitadas y licor.
Café molido, uno de los grandes lujos de la época.
Y para maridar con el sabor del torrefacto, un Marc Vieux Fine Champagne.
Este fue el menú que preparó Babette, la protagonista de una de las películas emblemáticas del cine dedicado a la gastronomía, o con temática gastronómica. La película dirigida por Gabriel Axel es de 1987, por lo que cumple treinta años este año y se puede decir que es un clásico. En Uruguay, fue estrenada el 6 de julio de 1989, en los cines Libertad y Casablanca y obtuvo el premio como mejor película de ese año, por los críticos de cine.
La fiesta de Babbette, como se conoció por estos lares, está basada en un relato de Karen Blixen (Dinamarca 1885-1962) que se ubica en la última parte del siglo XIX. Babette, huye de la guerra franco-prusiana y el final de la Comuna de Paris, y llega a la casa de dos ancianas de un pequeño pueblo de Dinamarca. En la trama se muestra el choque de generaciones, entre la vital joven interpretada por Stéphane Audran y el puritanismo de sus anfitrionas, que eran hijas de un pastor luterano, culpable de su soltería. Martine y Philippa son representantes de un pueblo optaron eligieron la doctrina religiosa que les exige una rigidez moral extrema a disfrutar de los placeres y a la felicidad. LLega Babette y es una revolución de alegría, luz, frescura. Poco a poco transmite ganas de vivir a quienes viven de gesto adusto. Un milagro, un número premiado en la lotería, permitirá a Babette corresponder a la hospitalidad de las ancianas con un festín gastronómico a la altura de los gustos de Auguste Escoffier, el gran teórico culinario de la época.
La película fue, es, una maravilla. Si bien en el cuento original, la comida es sólo una referencia narrativa, en la película, la gastronomía es la gran fiesta, es la gran protagonista. Como escribía el periodista del diario español La vanguardia, Daniel Vázquez Sallés, «para Babette, nada es imposible, y se hará traer vinos, champagnes, carnes, pescados, caviar, quesos, frutas de su añorada Francia. En las manos de Babette, esos productos se transformarán en un placer para los sentidos. A lo largo de su preparación, el espectador descubrirá fascinado que Babette fue, antes de su exilio, la chef del Café des Anglais, el famoso restaurante situado en el Boulevard des Italiens. Sin desmerecer el gran valor cinematográfico de la cinta, el gran mérito del director danés Gabriel Axel fue elegir un menú culinario acorde con los gustos exquisitos y modernos de la época, aunque algunos platos nos pueden parecer ahora demodés.»
Muchos de los vecinos que se escandalizaron por la combinación de colores, ingredientes y sabores, se negaron, al principio a probar los deliciosos platos, creyendo que se estaban frente a un menú satánico, porque el disfrute de esas comidas, los condenarían al infierno, como si se tratara de los peores pecados. Pero -siempre hay un pero- una vez sentados a la mesa y tras dar unos pocos bocados a aquellos platos, descubrieron que eran vulnerables al placer y el buen gusto. A partir de allí, la alegría y la emoción se apoderaron de los comensales, que agradecieron a la bella Babette, haberles demostrado que su vida era insulsa y gris.
La película del Papa
En varias entrevistas, cada vez que se le consultó, el Papa Francisco menciona a La fiesta de Babette, como su película favorita. En general, lo hace cuando compara el comportamiento rígido de los que se oponían a su compromiso ecuménico con la rigidez de los ciudadanos representados en la película. Es más, la menciona en Amoris laetitia, lo cual probablemente hace que sea la primera vez que un filme es mencionado en un documento papal.
Escribió el Papa que “las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del film La fiesta de Babette, donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: ‘¡Cómo deleitarás a los ángeles!’. Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él” (AL, 129).
Para el Sumo Pontífice la desinteresada generosidad de Babette es un ejemplo a seguir. La cocinera pensó durante semanas cómo agasajar a los comensales, en lugar de pensar, en forma egoísta, de su placer personal.
El brindis al final de la comida resume por qué al papa Francisco le encanta esta película:
“Llega el día cuando nuestros ojos se abren,
y llegamos a entender que la misericordia es infinita.
Solo es necesario esperarla con confianza
y recibirla con gratitud.
La misericordia no impone condiciones.
Y, he ahí, todo lo que hemos elegido
nos ha sido concedido,
y todo lo que rechazamos
también nos ha sido concedido.
Sí, también recibimos lo que rechazamos.
Porque la misericordia y la verdad se encuentran juntas
Y la rectitud y la dicha se besarán mutuamente”