Poesía a la carta | Alva Sueiras

 

Uruguay despega sus alas gastronómicas gracias a una pujante generación de jóvenes chefs y cocineros que, con aire desenfadado, inundan de color y sabor la capital del país. Se van, absorben y regresan. Inventan, investigan, experimentan y juegan. Aman y meten sus dedos en la tierra. Rompen los moldes de los cánones clásicos, pisan fuerte y comúnmente, aciertan. Vienen redefiniendo la identidad gastronómica del país, recuperando productos autóctonos relegados a la trastienda y sacando el máximo exponente de su potencialidad gastronómica.

La frescura de sus propuestas embriaga la ciudad con los aromas que traen los nuevos aires y las ideas lozanas. Emprendimientos como Degusto, Mesabrava o Mercado Ferrando, que abrirá sus puertas a final de mes, aglutina en buena medida a esta nueva camada que con espíritu cooperativo, viene a revolucionar el adn culinario nacional.

Ciudad Vieja, el Centro y Carrasco, emergen como polos gastronómicos que se suman a los ya clásicos Pocitos y Punta Carretas, con propuestas variadas de alta calidad y tintes cosmopolitas. Toledo, Jacinto, Santé, Sin Pretensiones, Estrecho o Foc, son algunos destacados ejemplos de emprendimientos protagonizados por la nueva prole de gastrónomos.

Hace pocos meses, un nueva propuesta culinaria vino a transformar la rutina de la plaza Rostand, llenando de vida la retaguardia del mítico Hotel Sofitel Carrasco. Manzanar es el nuevo proyecto gastronómico de la familia Barbero, co-propietarios del laureado parador La Huella en José Ignacio.

La reforma del antiguo galpón es impecable. Si uno no se supiera en pleno barrio residencial, podría perfectamente imaginarse en el centro de cualquier capital centro-europea por el aire moderno, dinámico y metropolitano. Una gran barra marmolada con azulejos negros y lámparas sesenteras, es atendida con precisión y profesión por bartenders de oreo hipster. Inmensas lámparas diseñadas con botellas de vidrio presiden el loft que encuentra en su entreplanta, un espacio algo más íntimo. En la terraza, alegre y funcional, no faltan esas mantas para el relente que tanto nos recuerdan a La Huella. Para redondear el espacio con un imprescindible autóctono, la parrilla gobierna el cocinado a la vista del cliente.

La carta, perfecta en tamaño y oferta, nos propone un recorrido gastronómico de sencillas apariencias. Sin disfraces, florituras ni grandilocuencias. La poesía llega después, contundente, rotunda y vívida sobre cada plato. No exagero ni un ápice al afirmar que comí el mejor pulpo a la parrilla de mi biografía. Sutil, delicado y exquisito; sencillamente perfecto. El rack de cordero con sus siete costillas, su hummus y su salmoriglio, no se quedá atrás, productos de primera guiados por las sabias manos de quienes sin duda, aman cocinar.

La carta se completa con delicias del mar en forma de ceviche, crudo, tiradito y tartar. Ensaladas sugerentes como la de peras asadas, queso de cabra y pecan y cortes poco habituales en el país como el secreto de cerdo. No falta el ojo de bife ni el finito de cuadril. Para los amantes de la pasta, unos sugestivos ravioles de puerro y hongos, con manteca quemada y tomillo limón. Para culminar la experiencia, probamos una sorprendente panna cotta de hinojo sobre sopa de pomelo. Un delicado y creativo invento gastronómico de resultado excelente. Magnífico trabajo de los cicerones culinarios de Manzanar, Alejandro Morales y Florencia Courrèges, actualmente a cargo de Escaramuza Libros & Café y de la cocina y la pastelería de La Huella desde sus inicios.

Nuevos y frescos aires culinarios para la ciudad en general y para el barrio de Carrasco en particular. Con Manzanar nace un templo gastronómico que nos dará mucho que hablar y sobre todo, que degustar y deleitar.

Manzanar
Carlos F Saez 6463
Carrasco (Montevideo)
De martes a domingos
De 12:00 a 00:00 horas.
Tel: 095121925
www.manzanar.uy