Rodolfo Fattoruso (Montevideo, 1953) es crítico literario, periodista, ensayista y editor uruguayo. Ejerce la crítica literaria desde 1976 en el semanario Búsqueda. También es columnista cultural de Sábado Sarandi, en Radio Sarandí. Tuvo columnas sobre literatura en televisión y trabajó en varios diarios. Fue director del Instituto Nacional del Libro, director de informativos de Televisión Nacional de Uruguay y co-director de la Colección Clásicos Uruguayos del Ministerio de Educación y Cultura. Fue asesor de los ex presidentes Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle. Imparte talleres de literatura, música y filosofía. Es director de Artemisa Editores. Es autor de libros de ensayo. Se ha especializado en el estudio de los aspectos filosóficos de la obra de Jorge Luis Borges y en la actividad intelectual y pedagógica de la Abadía de Port-Royal des Champs en el siglo XVII.
Un sabor de la infancia
La frescura de la albahaca en los atardeceres de verano. Otro: el curioso sabor del azúcar quemada, del caramelo. No me abandona jamás la fascinación de esos sabores que persigo directa o tramposamente en todas las comidas.
Una manía confesable
Tener todos los libros al alcance de la mano y de la vista. Me preocupa no ver un libro en el momento en que recuerdo algo de su contenido. No me conforma mi biblioteca; es defectuosa. Tendría que ofrecer una exhibición simultánea y los libros deberían estar en movimiento perpetuo y pasar todos instantáneamente frente a mi vista. No ver un libro sobre el que pienso me disgusta mucho. Otra: las camisas y los pantalones mal planchados, que no tengan sus rayas bien definidas. Me resulta sencillamente oprobioso lidiar con la geometría de la ropa.
Un amuleto
No es amuleto, es compañía, es devoción, es agradecimiento, es memoria. Se trata de una imagen de Maria Auxiliadora. Le cuento: aun cuando pasé por varias décadas de distancia con la Iglesia y de distancia con la Fe, toda vez que me enfrenté a esa imagen algo en mi interior sentí que se reconciliaba consigo mismo.
El último libro que leí
Usted, Jaime, es la persona menos indicada para preguntarme eso. Se lo cuento el próximo sábado…
Una película que me marcó
Del verbo “marcar”, creo que The Kid, de Chaplin; es la primera que vi en mi vida. Tendría cuatro años, o quizá menos. Del verbo “educar” o del verbo “admirar”, la mejor película de todos los tiempos: “El Nacimiento de una Nación”.
Algo que evito
Esclarecer a los que son felices en la oscuridad.
Si pudiera volver a empezar sería
Soldado o Sacerdote, o Científico de las ciencias llamadas duras…
Un lugar para vivir
Hubiera sido algun pueblo de montaña en los alrededores de Münich antes de la criminal demagogia de los políticos europeos que facilitó el consiguiente asalto de la barbarie inmigrante. Ahora, perdido ese destino, me queda la Recoleta, en Buenos Aires, donde parcialmente vivo.
Un lugar para volver
Ciertas calles de New York, en Manhathan, exactamente a ciertas horas; también podría pensar en París, pero los enclaves africano-musulmanes me apetecen cada vez menos. Así que cualquier destino europeo, que sería naturalmente deseado, lo descarto con desprecio y reproche. Que los votantes de los políticos europeos que hundieron a sus países en la desesperación, en la suciedad y en la violencia disfruten solos de las maravillas que finalmente obtuvieron..
Una materia pendiente
Hacerme tiempo para ordenar mis ideas en torno al colapso de las formas políticas de la modernidad y mostrar las advertencias y conjuras de algunos pensadores que vieron y temieron este porvenir. Tendría que renunciar a muchas actividades para hacer esto; temo que cuando tenga tiempo me falte capacidad…
Un acontecimiento que cambió mi vida
Tres, si me permite. Uno es el abrazo que le di a Carmela mucho antes de que fuera mi esposa ,una mañana de finales del invierno en la esquina de Chucarro y Avenida Brasil. Dos, el nacimiento de mi hija Carmela Maria. Y, tres, previsiblemente algunos libros: La Eneida, la Odisea, la Divina Comedia, Borges, Platón, Santo Tomas de Aquino, Schopenhauer, Nietzsche, Kafka, Joyce, Proust. No me reconocería si a mi vida le faltaran algunos de estos elementos.
El escritor definitivo
No me obligue a reducir, eso opaca. Le doy cinco: Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare, Nietzsche.
Algo que jamás usaría
Musculosas, ropa deportiva; vinchas o pins o distintivos políticos. Detesto todo lo que embadurna y reduce.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Hace muchas décadas, en una fiesta de casamiento, en una mesa muy amable, me puse a hablar sin censura sobre la tragedia de los Andes sin saber que había un familiar de los muchachos que no volvieron. Mis comentarios fueron intempestivos, ligeros. Hasta el día de hoy sufro pensando en el daño que debí haber producido a esa persona, que sin embargo reaccionó con gran dignidad y señorío; que supo ser amable. La tierra no me hizo caso; no me tragó y desde entonces me persigue la culpa de mi torpe exabrupto.
El lugar más feo del mundo
Montevideo sin alegría, cuando la resignación, la mugre, la risa forzada y la tristeza esencial discurren por la grisura de sus rincones despersonalizados y aburridos de tanta falta de estímulos, de tantas ausencias sin nombre….
Una rutina placentera
Pasear a Anita, mi perra. Leer con ella en los brazos. Escribir con ella en mis brazos.
Me aburre
Dialogar con fanáticos; escuchar a los políticos; la publicidad en todas sus formas…
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Apfelstrudel; mi postre predilecto.
Una canción que aún me conmueve
Auf dem wasser zu singen, de Schubert. Nunca habré sentido lo suficiente lo punzante de la melancolía, el lugar que la belleza ocupa en las cosas del corazón como con ese lied. Si digo miles no exagero en el número de veces que la he escuchado y la sigo escuchando en mi memoria…Es un himno a la felicidad. Realmente me conmueve.
Un restaurante que nunca falla
No conozco nada en Uruguay que nunca falle…
Algo que cambiaría si pudiera
El gobierno, los partidos políticos, el Estado. Construiría una realidad con un Estado mínimo, con mucha, muchísima fuerza disuasiva, pero acotado a hacer cumplir las leyes, un Estado que solo sea juez y gendarme. Una situación muy saludable para la sociedad. Pero en Uruguay esto es impensable: a los mansos de aquí les gusta mucho su mansedumbre, a los ciudadanos orientales les gustan sus políticos, los bueyes de esta tierra aman gusta el yugo que los somete, los esclavos del Uruguay veneran el látigo que los humilla…. Impensable, repito.
El valor humano que más admiro
El valorar los valores, el admitir que sin valores no hay construcción personal o social posible. Los que creen en la vinculación de la vida con los valores tienen mi aprecio.
Una última palabra
La última palabra es inaudita; forma parte del misterio. Sea feliz.