Tancat es un rincón muy bien escondido desde hace años en la city porteña. Cada vez que cruzo el charco “como solemos decir” y aprovecho que estoy en el microcentro, disfruto de una de las barras más sabrosas de Buenos Aires. Cero apariencia desde la calle, con una decoración austera e incambiada desde hace muchos, Tancat es de esos lugares donde la calidad se mantiene en el tiempo, a pesar de cambios de gobiernos, variaciones climáticas o vaivenes económicos.
Siempre lleno (por lo que procuro para almorzar llegar antes de las 12.30 horas), este lugarcito a media luz y con una impronta de local de tapas español, no me ha defraudado nunca. Amante como soy de las tortillas de papa babé o el pulpito a la gallega, he podido disfrutarlos en esta tasca desde hace más de 15 años. A pesar de su “clasismo” evidente, sus propietarios han sabido acompasar las exigencias de estos tiempos, abriendo otro local en Zona Norte y anexando un original food truck, que se hace presente en las mejores ferias gastronómicas porteñas.
Un poco de historia
Jorge Cavaliere, su anterior propietario y creador de este concepto, abrió Tancat en la década de los 80. Especialista en turismo y de recorrida por España en el 70, quedó enamorado de la propuesta de las tascas madrileñas, jurando de regreso a Buenos Aires emprendería este nuevo concepto que en ese momento no era tan común por estos lares. Pasaran unos años para que en 1980, hiciera realidad su sueño.
Allí de la mano de un reconocido arquitecto de la época, Ricardo Plant (quien diseñó espacios emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires como son Clásica y Moderna, Blades, Ginger, La Strega y La Cautiva, (que marcaron épocas en la gastronomía de la ciudad), le dio forma a su sueño.
Una larga barra para unos 35 comensales y unas mesas acompañando dicho recorrido, en un ambiente difícil de resolver por sus 3 escasos metros de frente y sus 25 metros de profundidad, Plant logró con un rojo impactante y unas luces tenues, recrear a la perfección el ambiente entrañable de las tascas madrileñas.
De su cocina comenzaron a salir deliciosas pulpitos en aceite de oliva y pimentón ahumado que son de morirse, tortillas, callos a la madrileña, champiñones o mero a la plancha y deliciosas natillas, todo rociado por vinos de excelente calidad argentinos y españoles. El lugar fue un éxito y los años siguen pasando para Tancat y su espíritu siempre es el mismo.
Un dato muy curioso
Este reducto céntrico, fue el primero en ofrecer vino por copa en la ciudad porteña y según cuentan las “malas lenguas”… el primero en Argentina. Tal es así, que Cavaliere tuvo que recurrir a sus abogados para que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, no les prohibiera dicha práctica, debido a que alegaban que una vez abierta la botella esta podía ser adulterada.
Almuerzo con sabor madrileño
Esta vez no fue distinto y supe disfrutar de una deliciosa comida en la barra que consistió en boquerones de entrada y platos compartidos (un mero a la plancha con papas al pimentón y un pulpo español a la gallega con papas al natural y aceite de oliva con pimentón español). De postre la infaltable natilla, una copa de vino y 2 aguas minerales. El café lo dejamos para el Florida Garden, otro clásico que no me gusta saltear en mis visitas y del cual les contaré en próximas entregas.
El promedio por persona fue de $ 980 pesos uruguayos. Los mozos (sobre todo los de la barra), son casi parte del mobiliario, debido a la cantidad de años que muchos de ellos tienen en el lugar. La atención no siempre es muy personalizada por la alta frecuencia de público, pero de mucho conocimiento de la oferta y de buenos modos.
Donde: Paraguay 645 a media cuadra de Florida
Pleno microcentro porteño
Buenos Aires (Argentina)