Diario de viaje: crónicas de un yorugua en Uzbekistán (V) | Alain Mizrahi

Todos los viajes son únicos. Son vivenciales y cada uno vive y revive esas experiencias en cada momento. Algunas personas, ordenadas y pacientes, suelen describir esas experiencias en cuidados diarios de viaje. Es lo que hizo el amigo Alain Mizrahi, durante un particular viaje a Uzbkistán, una tierra lejana, para un yourugua, como él se denomina. Generosamente comparte ese viaje en Delicatessen.uy en esta y varias entregas.

Día 8

No sé cuándo lograré postear estos relatos ya que internet se está volviendo un servicio cada vez más escaso a medida que avanza el viaje.Ayer salimos temprano hacia el desierto de Kyzilkum (o como se escriba ya que lo vi escrito de 500 formas diferentes en 450 idiomas), primero por la ruta que va de Bujará a Samarcanda, o sea de oeste a este, y luego nos internamos hacia el norte. Al llegar a Nuratá visitamos las ruinas de la fortaleza de Alejandro Magno, del siglo III AC. El tipo hizo tremenda fortaleza y se aguantó allí como dos años esperando juntar fuerzas para tomar Samarcanda. La fortaleza tiene la forma de la constelación de la Osa Mayor y no entendí cuál era el sentido, si es que lo tenía. En realidad lo que queda es un montón de ruinas sin demasiado interés salvo que tienen 2300 años, pero la vista es impresionante desde arriba del todo… así como el viento caliente del desierto. Esperaba que arriba hubiera algún boliche con cerveza bien helada pero nones.

¿Querías desierto? ¡Tomá!La ruta siguió transcurriendo en medio de la estepa que se fue volviendo cada vez más arenosa a medida que avanzábamos hacia el norte. Y la ruta se fue volviendo cada vez más difícil, parecería que desde que se fueron los soviéticos nadie más le dio pelota a la infraestructura vial. Nuestro programa decía que íbamos a un “campo de yurtas” y yo me imaginé que seguían existiendo campamentos nómades y que íbamos a dormir como en los tiempos de Gengis Khan entre las cabras y de los camellos. Súbitamente y en medio de la nada apareció el “campo de yurtas”: unas 12 construcciones precarias circulares de unos 4 metros de diámetro, hechas de un armazón de madera y cubiertas con pieles de andá a saber qué bicho, seguramente camellos. Las 12 yurtas formaban un campamento más o menos circular, con un fogón en el medio. Pero no se trataba de un campamento de nómades sino de un alojamiento para turistas perfectamente organizado, con un local para comer, duchas y baños como si fueran de un camping, todo muy prolijo dentro de lo posible y de la precariedad en el medio del desierto. Nos mostraron cuál era nuestra yurta y allá entramos con nuestras mochilas. Fue como entrar en un horno precalentado a 250 grados para cocinar una pizza. Afuera soplaba un viento que parecía que tenías un secador de pelo al mango apuntándote todo el tiempo y a temperatura máxima. Eran como las 5 de la tarde y no había otra cosa para hacer que tirarse en los colchones en el piso con la “puerta” abierta y esperar pacientemente a que el calor bajara al menos por debajo de los 35 grados.Al rato empezaron a llegar más turistas. Primero un grupo de italianos muy ruidosos, luego una parejita de franceses y otra de ingleses. Subimos todos a una duna para tomar fotos de la puesta del sol sobre el desierto, hasta los ruidosos tanos se quedaron callados por lo sobrecogedor del espectáculo.

Luego fuimos todos a cenar, y luego de la cena vino un cantante de la zona (vaya uno a saber de dónde salió si no hay nada a decenas de kilómetros a la redonda) con algo parecido a una guitarra pero más larga, con tan solo dos cuerdas y un sonido más agudo. Se armó un fogón en el medio del campamento con bancos de madera alrededor, el cantante hizo su chóu folclórico, y después los tanos propusieron cantar. Y como arrancaron nada menos que con “Bella ciao”, la canción de los partisanos italianos de la segunda guerra mundial, Lionel y yo no nos podíamos quedar atrás así que nos largamos a cantar su equivalente francés: Ami entends-tu le vol noir des corbeaux sur nos plainesAmi entends-tu le cri sourd du pays qu’on enchaineOhé partisans ouvriers et paysans c’est l’alarmeCe soir l’ennemi connaitra le prix du sang et des larmesPero después pasamos a cosas más livianas como “Les copains d’abord” o “L’important c’est la rose”. De a poco los tanos se fueron levantando para ir a dormir y como no podía ser de otra manera fuimos los últimos en apagar la luz. Mañana toca de nuevo viaje en auto hacia Samarcanda a través del desierto.

Día 9

La noche en la yurta fue digamos… algo así como dormir arriba de una parrilla con brasas abajo. El calor subía de la tierra y atravesaba el colchón como si fuera una hoja de papel.

Pero nada que un comprimido de Somit no pueda resolver, por suerte siempre llevo un blister para casos de emergencia como éste. Y a las siete de la mañana hubo que huir literalmente de adentro de la yurta pues era como estar adentro de una carpa de náilon al rayo del sol. Desayunamos con la barra de tanos y arrancamos con Pulat y el chofer para el lago Aidarkul, un enorme espejo de agua ubicado a pocos kilómetros del campamento. «Playita»… de arena, ¡¡¡sí!!! y zambullida entre los juncos. Techito hecho con ramas para la sombra, todo estaba previsto, hasta el picnic del mediodía.Salida para Samarcanda, a unos 250 km al sureste, siempre con el mismo chofer con el que habíamos salido desde Bujará.

Aprovecho para contarles un poco la experiencia de andar en auto en Uzbekistan. Los que se quejan de nuestras rutas nacionales deberían venir a echar un vistazo a éstas. Sin banquinas, llenas de pozos o con partes levantadas, desparejas, a veces parece que hubieran sido bombardeadas y no exagero nada. Las calles de Ciudad de la Costa podrían ser rutas nacionales en Uzbekistan. Y los pobres autos sufren las consecuencias del estado de las rutas y de las calles de las ciudades. El que nos llevaba ya no tenía amortiguadores y hacía un ruido a lata cada vez que agarraba un pozo. Y los automovilistas van haciendo slalom y frenando y acelerando todo el tiempo. Si vas sentado atrás más vale que no hayas almorzado justo antes… Y manejar en la ciudad es casi una misión imposible para quien esté acostumbrado a respetar mínimamente algunas normas. Los semáforos existen sólo a título indicativo, o sea que son opcionales. La regla número 1 es tocarle bocina a cualquiera que se interponga en tu camino y si no se corre lo pasás por la derecha o directamente por la senda contraria y a contramano. Cambiar de frente en medio de una avenida es perfectamente tolerado, y si sos peatón el único derecho que tenés es a no cruzar ninguna calle. A pesar de eso aún no he visto un solo accidente en 10 días…

Luego de unas cinco horas de viaje llegamos finalmente a Samarcanda, la ciudad que fue el origen de este viaje medio delirante. Hace poco más de dos años, durante otro viaje iniciático que nos llevó por Albania y Bosnia Herzegovina, Lionel y yo hicimos una lista de lugares míticos que teníamos ganas de conocer, y en la lista de ambos se encontraba Samarcanda. Ciudad legendaria tomada por Alejandro Magno, que deslumbró a Marco Polo (seré bicho raro pero había leído su viaje cuando era niño y me había fascinado), que fue capital del gigantesco imperio de Amir Timur (Tamerlán) y que en realidad no sabía si seguía existiendo o era como Babilonia, una ciudad del pasado.

A principios de este año, cuando surgió la posibilidad de encontrarnos en Francia en ocasión de los 50 años de otro integrante de nuestra barra de la facultad, le dije medio en broma medio en serio “¿y si vamos a Samarcanda?» Y acá estamos finalmente, luego de mucha búsqueda de información en internet y sobre todo mucha paciencia, especialmente para obtener una visa en el consulado de Uzbekistan en París, ya que no hay ninguna embajada en América del Sur. Samarcanda no sólo existe aún después de más de 25 siglos de historia sino que es la segunda ciudad del país con casi medio millón de habitantes. La visitaremos mañana.

 

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Alain Mizrahi Director de Grupo RADAR desde la creación de la empresa en 1997. Trabaja en el área de la investigación de mercados desde 1989. Egresado de la EM LYON School of Business (Lyon, Francia), y posgrado (Diplôme d’Etudes Supérieures Spécialisées, DESS) en Economía del Desarrollo Rural de la Université de la Méditerrannée (Marseille, Francia). Ex catedrático asociado de marketing en la Universidad ORT Uruguay y docente de investigación de mercados y de marketing estratégico. Presidente de CEISMU (Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado del Uruguay). Representante de ESOMAR-World Research en Uruguay desde 2002.