Un reducto de paz en los montes gallegos | Alva Sueiras

Desde muy pequeña, el viaje ha tenido un papel capital en mi vida. Siendo aún muy niña, con apenas seis años, realicé mi primer trayecto sola en avión. Jerez de la Frontera-Santiago de Compostela. Iba a visitar a mis abuelos. Un azafato asió mi mano y me acompañó a mi asiento. Rodeando mi cuello, una suerte de babero holgado y plástico con mi identificación. Señas del protocolo de Iberia para viajeros menores autorizados. A estas alturas estarán pensando que cuan intrépidos mis padres. No se equivoquen, era otra España y me hicieron un gran favor. Aquella iniciación precoz despertó lo que se convertiría en una de mis grandes pasiones: el mundo del viaje.

Treinta y cuatro años han pasado desde entonces. Sentada en el ecuador de mi vida, miro atrás rememorando el peregrinaje recorrido. Media vida de viajes afortunados. He tenido la suerte y oportunidad de visitar múltiples destinos y de viajar de múltiples maneras. He dormido en camas mullidas de hoteles lujosos y en un colchón sobre el suelo de un armario en un apartamento comunitario en el Barrio Alto de Lisboa. He comido un bocadillo envuelto en papel de estraza sentada sobre la acera de un rincón medieval de la Francia pirenaica y he tenido el privilegio de sentarme a la mesa de Chefs galardonados con estrellas Michelín. Todo ha dependido del lugar y del momento.

Reconozco que hoy no sólo priorizo el viaje en torno al destino, también en base al alojamiento. Busco lugares con personalidad y encanto. Estancias con rincones confortables y coquetos en los que sentarme a leer y a escribir líneas como las que brotan esta mañana. Sentada en un sofá de cuero gastado, con una biblioteca de libros antiguos frente a mí y una bella orquídea blanca sobre la mesa. Junto a un ventanal, viendo la suave lluvia caer tras el ancho muro de piedra de esta antigua fábrica de papel devenida grácilmente en Relais & Chateaux.

Tres décadas después de aquel primer viaje solitario en avión, estoy de vuelta en Santiago de Compostela. En esta oportunidad alojada en un bello reducto en las afueras, a pocos kilómetros de la ciudad, rodeada de bosques y hermosos jardines que se asoman con exuberancia autóctona al río Sar. A Quinta da Auga, antiguo conjunto industrial del S. XVIII, fue inicialmente una fábrica de papel, reconvertida posteriormente en fábrica de paños de lana, aserradero y fábrica de hielo hasta convertirse en el actual hotel boutique de encanto sublime que disfrutamos hoy. El conjunto restaurado en 2003 está compuesto por un embalse, un canal de 600 metros, un acueducto, canales de agua en cantería que cruzan los patios exteriores, un gran depósito de piedra de 360.000 litros, un café, un restaurante y el edificio principal de cinco plantas que alberga hermosos salones y rincones para estar, habitaciones para huéspedes y un spa soberbio.

El Hotel

A Finca da Auga, de diez mil metros cuadrados de extensión, dispone de 47 habitaciones dobles clásicas y 3 suites. Todas ellas, elegantemente decoradas, son diferentes entre sí y cuentan con hermosas y privilegiadas vistas a jardines y zonas verdes colindantes. Las estancias, soleadas y cálidas, poseen suelos radiantes y sólidos muros de piedra que nos recuerdan la singular historia edilicia, sabiamente respetada en su reforma. Las camas resultan un deleite para el descanso con nórdicos de plumón europeo y fundas de algodón egipcio. La piedra y los elegantes empapelados conjugan a la perfección con algunas piezas antiguas y mobiliario de diseño contemporáneo. Espacios exquisitos en los que instalarse a descansar.

El Hotel cuenta además, con múltiples rincones para estar. Junto a la recepción nos encontramos con un gran salón con amplios y cómodos livings compuestos por sofás y sillones de época, cálidas lamparitas de lectura, una gran chimenea, bibliotecas y toda suerte de elementos decorativos que junto con múltiples plantas, libros y revistas, le confieren un halo acogedor al lugar, que invita a pasar horas disfrutando de un buen libro.

El Restaurante

A Quinta da Auga cuenta con uno de los mejores restaurantes de Santiago: Filigrana. El Chef, Federico López, incorpora tintes de alta cocina respetando las bases de la cocina tradicional de la región, resultando en platos redondos, perfectos en su cocinado, sabor, combinaciones y presentación. Los productos, de primera. Piezas seleccionadas cuidadosamente desde las rías atlánticas y los frondosos montes gallegos. López consigue sacar el máximo exponente de los productos locales, con combinaciones que ensalzan los sabores y las texturas con puntos perfectos de cocinado.

 

Cabe destacar la interesante interpretación del pulpo á feira sobre cremoso de patata, las zamburiñas en su concha al aceite de ajo y perejil, el delicioso tartar de atún con laminado de aguacate y la sutileza de los pescados, como la merluza de pincho al vapor con cremoso de guisantes y agridulce de tomate o el lomo de bacalao a la plancha con una suave vinagreta de olivas negras. Las carnes, otra de las delicias con sello autóctono, sublime el solomillo de vaca gallega con mostaza de Mencía o el entrecote de ternera gallega de campo. Interesante a su vez, la propuesta de postres como el mascarpone con fresas y hierbabuena o la mousse ligera de cítricos y sorbete de mora. El restaurante cuenta a su vez con un menú degustación que permite recorrer una selección de platos en versión mini. La carta de vinos, escueta y acertada, recorre etiquetas que no fallan del plano, eminentemente, nacional.

El Café

El Qcafé-bar, con tintes de bistrot francés y una hermosa y bucólica terraza exterior, ofrece una selección de tapas y raciones interesantes, como los surtidos de quesos autóctonos o los embutidos nacionales, las croquetas de jamón o mariscos, la sopa del día y el clásico gazpacho, la empanada gallega de grelos y lacón o los sándwiches Club o vegetariano. Con un extenso horario de apertura: de 10:00 a 24:00 horas, el lugar ofrece toda suerte de cafés preparados y una interesante carta de bebidas que recorren desde las cervezas artesanales hasta sutiles y aromáticas ginebras como la sevillana Puerto de Indias.

 

El Spa

El spa cuenta con un circuito completo de hidroterapia. Las instalaciones, de primer nivel, se ubican en la planta superior del edificio, bajo un techo acristalado con enormes ventanales que ofrecen hermosas vistas sobre el edificio central del Hotel y los jardines. El lugar cuenta con una piscina climatizada para la natación y una piscina contigua, a mayor temperatura, con un completo circuito de chorros a presión que van desde la cascada y el chorro de cervicales, hasta las tumbonas hidro-masajeadoras. El spa cuenta también con jacuzzi, baño turco, sauna finlandesa, sala de hielo, ducha de contrastes y ducha de aromaterapia. El Hotel tiene además, un segundo spa privado que se reserva bajo petición y una completísima gama de tratamientos de salud y belleza.

 

Sentada en el ecuador de mi vida, sé que mis viajes han cambiado. Los abuelos ya no están y ya no nos quedamos en su vieja casa de Valdoviño, llena de hortensias, setos y rosales, frutales y aquella huerta con patatas y grelos. Iberia tampoco me cuelga ya aquel babero plástico con mi identificación, ni un azafato ase mi mano para acompañarme a mi asiento. Hoy recuerdo a mis abuelos desde este rincón con encanto de una tierra que siendo niña recorrí y que permanecerá por siempre atesorada en mis más tiernos recuerdos.

 

A Finca da Auga
Paseo da Amaia 23b
Santiago de Compostela
Tel +34 981 534 636
reservas@aquintadaauga.com
www.aquintadaauga.com