Las normas están para cumplirse y debe ser así. Pero hay veces que ciertas cruzadas, tsunamis de lo políticamente correcto, anulan la capacidad de análisis desapasionado.
Algo así es lo que sucede en la campaña contra el hábito de fumar. Nadie duda de lo perjudicial que es el cigarrillo. Fumar mata, para decirlo claramente y que pueda sospecharse que esta columna pretende defender lo que hoy la mayoría ataca. Sin embargo, es de honestidad intelectual, reconocer el papel que ha jugado este hábito en las diferentes sociedades y culturas desde los orígenes mismos de la historia.
Richard Klein, profesor de literatura francesa en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, especialista en tabúes de la sociedad contemporánea y editor de la revista Diacritics, es autor de un removedor e interesante ensayo titulado Los cigarrillos son sublimes.
El arranque del trabajo es muy claro: «al escribir este libro me propongo ensalzar los cigarrillos, pero en modo alguno incitar a su consumo. Tampoco pretendo censurarlo.» La teoría de Klein es que «el hecho de condenar abiertamente el consumo de cigarrillos por lo general no produce el efecto deseado, sino que consigue justamente lo contrario de lo que pretende: en ocasiones afianza aún más el hábito y tal vez sirve para iniciarlo. Para muchos, en lo tocante al tabaco, la censura sólo sirve para seguir fumando. A otros, puede inducirles a empezar a fumar.»
El libro es un fascinante recorrido cultural, antropológico y social de este hábito milenario, sin negar las consecuencias negativas en la salud, ni dejar de reconocer las campañas en contra. «Una de las muchas paradojas que rodean al tabaco es que esta droga, que calma y excita al mismo tiempo, es también, a la vez, combatida y subvencionada por el gobierno federal (de Estados Unidos). E el preciso instante en que Jimmy Carter, con los ojos llenos de lágrimas, juraba a un grupo de agricultores de Carolina del Norte que jamás recortaría las ayudas a la producción de tabaco, Joseph Califano, jefe del Depto. de Salud, lanzaba una campaña de 50 millones de dólares, -la m{as importante de la historia- en contra del tabaco.»
Con una gran bibliografía, centenares de fuentes y citas altamente disfrutables, el autor recurre a la historia, a la literatura, a la filosofía y al cine para describir la placentera importancia que tiene el cigarrillo.
«La presente histeria desatada contra los cigarrillos puede compararse con otros periodos de antitabaquismo en este país; contrasta vivamente con otras épocas de la historia de Estados Unidos en las que tuvieron lugar importantes movilizaciones; por ejemplo, en tiempo de guerra, cuando los cigarrillos eran no solo necesarios para sobrevivir (el general Pershing escribió que eran tan vitales para l sus tropas como la comida), sino para vivir mientras se sobrevivía, pues la supervivencia podría ser breve. El hecho de fumar cigarrillos en época de guerra o en periodos de depresión económica no solo se aprobaba como un placer sino que se consideraba casi como un deber consustancial al principio de camaradería y a la necesidad de consuelo frente a la tragedia. »
Una referencia literaria, clave en el análisis del Klein es la novela La conciencia de Zeno, considerada una obra maestra del italiano Italo Svevo, publicada en 1923. En ella, el protagonista Zeno, procura encontrar las razones de su adicción al tabaco. Cada vez que intentó dejar de fumar, siempre convencido de que sería el último pucho, le ganaba la grata y agradable sensación de fumar de nuevo, aunque sólo sea para sentirla una vez más y luego, dejar de fumar nuevamente. Zeno escribe, citado por Klein, «creo que el cigarrillo tiene un sabor más intenso cuando es el último. Los otros también tienen un sabor especial, pero menos intenso. El último adquiere su sabor del sentimiento de vitoria sobre uno mismo y la esperanza de un futuro cercano de fortaleza y salud. Los otros tienen su importancia, puesto que encenderlos es una protesta en nombre de la libertad para hacer lo que quieres y el futuro de la fortaleza y salud no se aleja, aunque sí se desplaza un poco.»
Siempre se supo que el fumar es perjudicial para la salud. En 1631, el Parlamento de París, según Klein, «alarmado por los informes médicos sobre la salud de los presos, prohibió fumar a en las cárceles. En 1659 los padres de la ciudad de Colmar (Francia) prohibieron fumar a los burgueses e instaron a la población, en nombre del civismo, a denunciar a quienes no respetasen esa prohibición.
El libro describe también, sin ninguna clase de prejuicios ni dobles discursos, los momentos de placer que produce fumar, ya sea desde el punto de vista de la socialización y los vínculos personales, hasta en momentos de soledad, donde un buen puro es una buena compañía.
«Hablar de censura en lo que respecta a los cigarrillos presupone lo que este libro ha intentado demostrar: que fumar cigarrillos no es solo un acto físico sino un acto discursivo, una forma de expresión muda pero elocuente. Se trata de un discurso perfectamente codificado, complejo desde el punto de vista retórico, con un amplio repertorio de convenciones presentes en todo momento en la historia literaria, filosófica y cultural del tabaco. En el momento actual, el hecho de fumar se ha convertido en una especie de obscenidad, del mismo modo en que la obscenidad se ha convertido en una cuestión de salud pública.(…) Como el baile flamenco, que fue prohibido en el carnaval francés, fumar cigarrillos se ha convertido en algo que despierta temores irracionales e impulsos en exceso represivos, aun cuando es cierto que merece ser desaprobado de manera civilizada. Los cigarrillos son nocivos para la salud, como tantas otras cosas que se consumen treinta veces al día; aunque puede que ellos sean aun peores. Pero la historia demuestra que las leyes destinadas a suprimirlos pueden producir precisamente lo contrario de lo que se proponen, y esta paradoja genera recelos hacia los motivos y actitudes ocultos tras esta imposición» concluye el autor, que comenzó el libro citando unos versos del poeta español Manuel Machado (hermano de Antonio) que dice
«la vida es un cigarrillo
hierro, ceniza y candela
unos la fuman deprisa
algunos la saborean».
Los cigarrillos son sublimes.
Richard Klein.
Prólogo de Carlos Boyero.
Traducción Catalina Martínez.
Editorial Turner Noema.
222 páginas