Marcello Figueredo no deja de sorprendernos. A pocos meses de la publicación del emblemático libro-homenaje «Rambla», el escritor y periodista uruguayo nos propone un ciclo de charlas que promete permitirnos viajar alrededor del mundo sin movernos de Montevideo. Figueredo trabajó, entre otros medios, en el diario El País, Canal 12 y Radio Sarandí. Ha publicado varios libros entre los que figuran «Un palacio en la arena», «Una forma de viajar» y el anteriormente mencionado «Rambla», con fotografías de Diego Velazco y Santiago Epstein.
«El arte de viajar» es una original propuesta de Figueredo, erudito observador y viajero confeso, que va mucho más allá del relato de sus viajes por el mundo. El ciclo entreteje destinos reseñables con literatura, gastronomía, arte, alojamientos, música y otras lindeces del espectro cultural y los placeres mundanos. Marcello es un gran comunicador con un amplio poso de cultura, que posee el incuestionable don de la palabra. Aspectos prometedores para la riqueza de las charlas que propone en este primer ciclo que planea reproducir en el mediano plazo.
El ciclo comenzará el 19 de abril y se extenderá hasta el mes de junio en el emblemático Oliva Hotel de reciente apertura, un espacio elegante y rabiosamente bello en Punta Carretas, que sin duda ofrece el más adecuado de los marcos. Las charlas tendrán lugar los miércoles a las 18:00 horas con una duración aproximada de hora y media.
A propósito del maravilloso mundo del viaje, tuvimos la oportunidad de conversar con Marcello, permitiéndonos desentrañar algunos aspectos de su pasión por explorar el mundo.
Tu primer recuerdo de viaje
Me veo en la cubierta de los viejos ferries que cruzaban de Colonia a Buenos Aires, rodeado de ese río-mar con olas marrones, el viento en la cara, el entusiasmo infantil por desembarcar en una gran ciudad, la excitación de ir al encuentro de mis primos, que vivían del otro lado del charco. Pensándolo bien, ese recuerdo también está inducido por una vieja fotografía polaroid que se ha perdido pero que yo atesoro grabada en la mente. Me resulta fascinante, porque uno de los grandes asuntos del arte de viajar es desentrañar qué hacemos con los recuerdos, cómo atesoramos la belleza, cómo conservamos la memoria de lo “viajado”.
¿Cómo y cuándo nace tu pasión por viajar?
Como ya escribí alguna vez, me gusta pensar que mi pasión por los viajes nace de muy niño, paseando por mi propia Montevideo, asomándome a la ventanilla del trolley que me tomaba en Pocitos con mi abuela para ir de paseo al Centro. Si la pasión por los viajes tiene que ver con nuestra vocación por el movimiento, entonces aquellos paseos son la primera página de mi pasaporte. Después vinieron los otros viajes: primero Buenos Aires, que suele ser el primer destino de todo uruguayo, y de a poco, con los años y con el tiempo, los distintos rincones del mundo a los que he querido y he podido asomarme.
¿Viajar nos transforma?
Viajar debería transformarnos, pero las fronteras interiores son las más difíciles de transitar. Para que viajar sea un verdadero arte, tenemos que reconciliar los destinos a los que nos dirigimos con nuestras necesidades interiores. Y asumir que viajar da trabajo, porque supone llenarnos y no vaciarnos. Cuando el viaje es huida, volvemos vacíos, o en todo caso igual a como partimos. Si viajamos a conciencia, entonces sí, viajar nos transforma. Hay que encontrar la brújula interior, no ir donde los demás nos dicen que hay que ir.
Elegir un destino, ¿qué factores intervienen en tu decisión de viaje?
En general la motivación principal suele ser la de aprender. Lo que, bien pensado, no está en absoluto reñido con el disfrute. Viajar nos permite estimular nuestros cinco sentidos con cosas nuevas las 24 horas del día, con independencia absoluta del destino elegido, y al mismo tiempo aprender. Pero de nuevo, lo importante es elegir a conciencia, revisar una y otra vez dónde queremos ir, por qué queremos ir allí, para qué queremos ir allí. No se trata de salir corriendo donde una promoción nos obligue. Eso está muy bien para cuidar el bolsillo, pero es otra cosa, es otro viaje. Y que conste: si uno elige a conciencia, todo destino es válido. Yo puedo emprender con idéntica pasión un viaje a Roma para visitar iglesias y museos que otro a las playas del litoral sur bahiano para disfrutar de las olas y el viento. Lo importante es saber qué necesito, y no mentirme.
¿Cuánto influyen el cine, el arte y la literatura en los destinos elegidos y los recorridos inherentes a ellos?
Mucho, muchísimo. Apenas una escena de una película insospechada puede llegar a obsesionarme con conocer un lugar, por no mencionar los films que son, en sí mismos, toda una invitación al viaje. Con el arte ocurre lo mismo: seguir la huella de un artista que nos interesa o ir detrás de una exposición irrepetible puede justificar un viaje o un desvío. Y claro, la literatura en todas sus variantes es la madre de todas las inspiraciones. Hay pocos placeres como el de imaginar un lugar recorriendo concentradamente las páginas de un libro, de una novela, de un artículo bien escrito, incluso de una guía de viajes, que para algo están. Toda fuente de inspiración es bienvenida. Y no dejemos fuera a la música, que también me ha llevado a varios lados. Por decir algo: no se puede entender Brasil sin la discografía de Maria Bethania. Y es apenas un ejemplo.
¿Dónde empieza y dónde acaba un viaje?
Puede empezar sin darnos cuenta, justamente. Con la curiosidad que siembra en nosotros una película, una canción, un poema, una foto. Y puede no acabar nunca, porque relatarlo y retrotraerlo son formas igualmente fascinantes de extender el disfrute y de seguir viajando. Una de las cosas que más echo en falta es el poco tiempo que parece tener hoy la gente para escuchar a los viajeros o para contar sus propios viajes. La tecnología nos ha jugado una trampa en ese asunto, porque así como puede ser muy útil en ciertas etapas del viaje, conspira contra estos placeres cuando la gente abusa de ella y despacha todo en tiempo directo, lo cual desde mi punto de vista tiene mucho que ver con la ansiedad y la infelicidad de los tiempos que corren. De alguna manera, estas conferencias sobre El arte de viajar también pretender reconciliarnos con el arte de la palabra, del relato, del disfrute más sereno y reposado del viaje.
¿Algún viaje que te haya dejado una huella especial?
Como todo en la vida, también los viajes están sometidos al desgaste de la cotidianidad, por eso es tan importante buscar las formas de atesorar los recuerdos y las enseñanzas que nos dejan de la mejor manera posible. Parece obvio que el viaje más reciente es el que uno tiene más fresco y más vivo, por eso hoy respondería que estoy bajo el hechizo de la belleza de Italia, de sus colores, de su arte, de su cocina simple y local, del rumor de sus fuentes, del peso abrumador de su historia y de su cultura. Y en términos más generales, repasando una y otra vez mi historial viajero, el corazón (y el cuerpo) siempre me devuelven a Brasil, otro país generoso, inmenso, interminable. Pero quiero insistir en esta idea: el arte de viajar tiene mucho menos que ver con los destinos a los que viajamos que con la actitud que tenemos frente a ellos. Se puede ser muy desdichado en París, que desde muchos puntos de vista es la ciudad ideal; y se puede ser muy feliz en Caracas, supongo.
¿Viajar sólo o acompañado? ¿en grupo organizado o por cuenta propia?
De nuevo: viajar a conciencia, como quiere uno y no como quieren los demás. Yo viajo con la Sra. A. desde hace décadas, y es mi compañera de ruta ideal porque miramos el mundo desde el mismo lugar, porque nos gustan las mismas cosas, porque necesitamos el mismo tiempo frente a un cuadro, a un plato, a un paisaje. Esa relación de complicidad viajera se construye, naturalmente, y lleva mucho tiempo. Cada uno sabe qué le viene mejor en la vida. En lo personal, detesto la idea de viajar en grupo y tampoco he pasado del todo bien viajando solo: no tener con quien hablar de todo lo que uno vio a lo largo del día es algo triste. Mejor de a dos, pero es apenas un punto de vista personal.
¿Qué impronta pretende dejar en los asistentes esta primera propuesta de charlas «El arte de viajar”?
Vamos a hablar de ciudades, de hoteles, de restaurantes, de museos, de personajes célebres, vamos a intercambiar datos curiosos…, pero sobre todo, vamos a entender que viajar tiene mucho que ver con la felicidad y mucho que ver con uno mismo. Primero eso. Por lo demás… ¡siempre nos quedará París!