De a poquito vamos desgranando nuestras pequeñas y modestas pasiones. Esas que nos dejan un fragmento de dicha y nos alimentan la psiquis. Sondear nuevos paisajes, descubrir autores que hasta el hallazgo nos eran ajenos, deleitarnos con un plato sencillamente perfecto o compartir conversa con un buen vino. Pequeños placeres mundanos que nos mejoran la vida y compensan los agravios de nuestro trascurrir por ella. El séptimo arte es sin duda, una de esas deliciosas debilidades, tan nuestra como universal.
El cine, esa guarida perfecta donde aislarnos para ver el mundo a través de ojos nuevos. Un despliegue de recursos cuya virtud reside en hipnotizarnos, envolviéndonos en un manto amniótico de realidades ajenas, de mundos lejanos y de pieles diversas.
El cine me acompaña desde que tengo uso de razón. Me ha enseñado, me ha movilizado, me ha pulido y tal vez, con suerte, me ha mejorado. Recuerdo con absoluta nitidez aquellos años de juventud en Madrid y el circuito de cine independiente en torno a la Plaza de los Cubos (oficialmente Plaza de Emilio Jiménez Millas), con su irresistible selección de películas, que ajenas a los circuitos comerciales, configuraban la oferta cinematográfica de los Cines Alphaville, Renoir y Princesa. Años más tarde, viviendo en Marbella, Al-Cine Videoclub me cambió la vida con su exquisita selección de películas indies que mejoraron notablemente mi pasaje por uno de los lugares en los que, sin duda, me he sentido más extraterrestre.
En ocasiones, los astros se alinean a nuestro favor, uniendo en un único cofre dos de nuestros platos favoritos en una suerte de mixtura magistral que combina sabiamente texturas y sabores. Y es que en ocasiones, el cine sueña con la cocina.
Cine y gastronomía
Las artes culinarias no han permanecido ajenas al interés de guionistas y directores que previo al boom de los programas televisivos culinarios, nos han dejado notables películas, en ocasiones poco conocidas por estar alejadas de las salas que promueven las producciones más taquilleras. En otras, con la suerte de haber tenido gran repercusión a nivel internacional.
Un toque de canela (traducida en algunos países como La sal de la vida) es un largometraje greco-turco del 2003 dirigido por Tassos Boulmetis, una belleza fílmica que recuerda en su ternura a Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. El delicado filme narra la vida de Fanis Lakovides, desde su más tierna infancia en Turquía, junto a su abuelo Vassilis, propietario de una vieja tienda de especias y aficionado a la astronomía, hasta su edad adulta, tras ser deportado siendo un niño a Grecia, por un conflicto diplomático entre ambos países. La delicada película combina magistralmente asuntos políticos con asuntos afectivos, siendo la gastronomía el hilo conductor que teje finamente esta imperdible y entrañable producción.
The Lunchbox (película no estrenada en cines uruguayos), es una producción india, francesa, alemana y estadounidense de 2013 escrita y dirigida por Ritesh Batra, que une azarosamente a dos personajes desconocidos entre sí gracias a un error de corte gastronómico. En Bombay es común que las mujeres envíen a sus maridos la vianda del almuerzo usando el complejo servicio de los dabbawallahs, un sistema centenario de postas que utiliza la bicicleta y el tren como transporte. Un estudio realizado en Harvard sobre este sistema basado en colores y símbolos (los dabbawallahs son comúnmente analfabetos), determinó que sólo se equivocan de destinatario una vez cada millón. Esta hermosa película se desencadena a raíz de esa excepción. Las suculentas y exóticas elaboraciones sirven de canal de comunicación entre ambos protagonistas que acabarán forjando una inusual y tierna relación epistolar, mientras ambos atraviesan complejos momentos personales.
Soul Kitchen (2009), otra película no estrenada en salas uruguayas, es una historia de lealtad, amor, confianza, amistad, lazos familiares y gastronomía. El film alemán, dirigido por Fatih Akin, resulta fresco y directo. Una historia redondita dónde no falta el humor ni la carne cruda, en torno a un restaurante decrépito poblado por un elenco de antihéroes que se enfrentan a una suerte de problemas que no dejan de sucederse. La guinda del pastel recae sobre una banda sonora absolutamente deleitable. No es una película para ver con niños, ya que hay algunas escenas explícitas y subidas de tono.
Por último, cabe destacar el largometraje norteamericano #Chef, una comedia escrita, dirigida, producida y protagonizada por Jon Favreau. Se trata de una historia amable, divertida y entretenida, sin pretensiones dramáticas o profundas. El protagonista, un chef a cargo de un restaurante gourmet, mantiene una fuerte discusión con el propietario del negocio, que castra su creatividad bajo criterios caprichosos. Tras una suerte de acontecimientos, el protagonista emprende una aventura gastronómica que le hará viajar por parte del país junto a un amigo y a su hijo, con quien reconectará a través de este episodio ideal para pasar un buen rato.
Sobre cine y gastronomía queda mucho por contar. Hoy os dejamos la reseña de esta primera pequeña selección de películas destacadas, que por su acierto y buena mano, han logrado cautivarnos. Sin duda se han estrenado otras grandes películas que maridan con criterio artes culinarias y cinematográficas, de las que os hablaremos en futuras oportunidades. Mientras el cine siga soñando con la cocina, nosotros seguiremos soñando con ambas artes.
Un toque de canela (La sal de la vida)
Año 2003
Grecia
Dirigida por Tassos Boulmetis
108 min.
Lunchbox (Amor a la carta)
Año 2013
India-Francia-Alemania-USA
Dirigida por Ritesh Batra
104 min.
Soul Kitchen
Año 2009
Alemania
Dirigida por Faith Akin
99 min.
#Chef
Año 2014
USA
Dirigida por Jon Favreau
115 min.