Un buen amigo nos trajo de uno de sus viajes un hermoso regalo. Elías nos trajo un tapón. De entrada podría sonar simple, pero ese tapón es una pieza de cristal hecha a mano bajo la atenta mirada de un artesano con décadas de oficio. El pequeño artefacto no llegó desnudo, estaba atesorado dentro de una elegante caja negra, reposando sobre un diminuto almohadón de raso con un hueco calculado para que la pieza encajara sin dañarse. Si bien el contenido es importante, el envoltorio tiene la capacidad de ensalzar y poner en relieve el valor del objeto que contiene. Conseguir ensalzar una pieza a través del envoltorio adecuado, es un arte y un ejercicio de justicia estética. Del mismo modo que hace meses quedamos maravillados con el regalo de Elías, hace unos días repetimos emociones en la sexta edición del Festival Música de la Tierra. Una propuesta mimada en la cuidada selección de sus contenidos, enmarcada en uno de los parajes más hermosos de Montevideo, el conjunto histórico monumental de Jacksonville.
El leitmotiv del festival es esa música en clave folclórica que «ahonda el paisaje», entendida como un «patrimonio compartido entre vecinos, con géneros que se replican y trascienden fronteras adquiriendo su propia impronta al pasar o quedarse en determinado paisaje o territorio». «La música nos une», es el lema elegido por Moriana Peyrou y Diego Barnabé, directores de este maravilloso festival. En esta edición el proyecto contó con tres escenarios por los que pasaron dieciocho propuestas folclóricas de artistas uruguayos, brasileños y argentinos en una suerte de hermandad territorial reunida por las músicas de la tierra. Dada su naturaleza y «el apoyo en la promoción de la diversidad de expresiones culturales y la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial, a través de la promoción del patrimonio vivo y la creatividad», el festival ha recibido el auspicio de la UNESCO. Por los escenarios desfilaron repertorios como los de Jorge Alastra, Ernesto Díaz y Fabían Severo, Liliana Herrero y Pitufo Lombardo, entre otras versadas propuestas musicales.
El festival traspasa la música hasta ahondar en la tierra, su naturaleza, sus tradiciones, sus productos y sus habitantes, poniendo en relieve la importancia de la tradición y el cuidado del entorno, valorizando los productos elaborados con mimo, esmero y saber hacer por productores locales que, en un amplio surtido de puestos, barras y food trucks, ofrecen sus productos artesanales. Aceites de oliva extra virgen, conservas, patés, frutas y verduras orgánicas, tejidos, joyas artesanales, dulces, jabones de aceite de oliva, especias, cervezas de autor y exquisitas elaboraciones artesanales, son sólo algunos de los productos que se pueden consumir o comprar en los espacios destinados tanto en jardines, como bajo los soportales del hermoso patio de Jacksonville.
Es fascinante el cuidado impreso en cada pequeño detalle, desde el espacio destinado a los espectadores frente al escenario del parque, con alpacas de paja cubiertas con telares, pequeños troncos cortados y alfombras artesanales, hasta las banderillas de papel reciclado en lianas entre árboles, decorando el cielo sobre nuestras cabezas. Sublime delicadeza rústica en cada pequeño rincón. Hasta la estética del programa físico es una pieza de diseño excelente, afín a un proyecto que sin duda sale del corazón de sus creadores.
El festival se redondea con un amplio programa de actividades, charlas y talleres para adultos y niños cuyas temáticas giran en torno a los productos locales artesanales, la preservación del medio ambiente y la cultura local, incluyendo juegos para los más pequeños de la familia. En el entorno de los creadores de esta propuesta se comenta la posibilidad latente de importar este modelo a otros países de la región, lo cual de concretarse, sería una excelente noticia.
Música de la Tierra es un producto en su conjunto excelente, una pieza única de artesano diestro, delicadamente colocada en una caja de madera silvestre, sobre un fondo tupido con virutas de paja, ramitos de lavanda y hojas de romero. Una caja que al abrirse desvela un carrusel de mariposas que vuelan libres, surcando el cielo.