Houellebecq: más rebelde que enfant | Jaime Clara

Hace un par de semanas, El País de Madrid lo definió como «el gran outsider de la cultura francesa que se reinventa como artista contemporáneo». El título de la nota del periodista Alex Vicente era una frase del propio escritor, «hay que interrumpir el confort con sobresaltos». No deja de ser una justa síntesis de lo que es Michel Houellebecq (1956) en los tiempos que corren.

El día que un grupo de terroristas arremetió contra la redacción de la revista satírico-humorística Charlie Hebdo, en enero de 2015, que terminó con doce muertos, Houellebecq tenía previsto presentar su nueva novela, Sumisión. El encuentro debió suspenderse, París era caos y miedo.

La novela imagina una Francia no muy lejana, año 2022. La realidad política del país se encuentra en una encrucijada, ya que los partidos tradicionales no cuentan con el respaldo popular y un líder emerge en el panorama electoral. Se trata de Mohammed Ben Abbes, líder de un grupo islamita, que con el apoyo de los partidos Socialista y de la derecha, a la candidata del Frente Nacional , de extrema derecha. El protagonista, un profesor universitario, y sus colegas, se ven obligados a convertirse al Islam o jubilarse con una suculenta jubilación. Los estudiantes deben usar velo, porque el partido islamita decide, modestamente, estar en el Ministerio de Educación. La realidad cambia y emerge, de a poco, la media luna, en Europa y África.

La novela ha causado unan gran polémica. Por ejemplo, la crónica del diario ABC, sugiere que «podemos leer Sumisión como novela de política ficción o todo lo contrario. Estremece ver a la dulce Francia convertida en un Estado islámico donde las mujeres hacen bueno el refrán de «la pata quebrada y en casa» y donde el gobierno decide reducir en un 85 por ciento el gasto público y estimular las desigualdades sociales (se habla de «pobreza digna»), pero ¿de verdad le molesta todo esto a alguien que dice odiar el «humanismo» y el «afeminamiento» de la cultura europea? Podemos leer Sumisión como una novela de política ficción que nos alerta del peligro que existe en Europa de perder el estado de libertades que llevamos tantos siglos construyendo, pero también como todo lo contrario, dado que Houellebecq, niño malo vocacional y provocador profesional, declara no compartir prácticamente ninguno de los valores europeos y se deleita encontrando en el islam toda suerte de coherencias y soluciones. No me parecería imposible que él mismo acabara convirtiéndose a la fe de Mahoma. Ambiguo, muy ambiguo.»

En conflicto con civilización conquistadora

En la citada entrevista de El País, Houellebecq dice que «el objetivo de los islamistas radicales es provocar una reacción a sus actos. Quieren que hay atentados contra las mequitas y otros centros musulmanes para provocar una guerra civil que enfrente al islam con el resto de la población (…) He aceptado la idea de que una ideología islámica quiere establecer un nuevo mundo. Son los enemigos, pero no son enemigos recientes. El islam se ha despertado con el objetivo de regresar a un estado ideal de esa religión y extenderlo por muchos países. Es una verdadera fuerza política.» La entrevista finaliza con la pregunta sobre si ¿mantiene el diagnóstico de Sumisión, el de una conversión generalizada que sustituya a cristianos por musulmanes? La respuesta es contundente: «Lo que me parece más dudoso de la novela es que triunfe la fracción moderada, porque no es lo que está sucediendo. Estamos en conflicto con una civilización conquistadora. Esa conversión es una posibilidad y un objetivo.»

En el diario Clarín, se hace referencia a que «el filósofo conservador Alain Finkielkraut, argumenta que Houellebecq tiene «los ojos abiertos y no se deja intimidar por lo políticamente correcto» y por eso los sectores progresistas no pueden soportarlo.»

Un periodista argentino, definió al escritor francés como «maestro del resentimiento», para indicar que en su novela, «surfea sobre toda esa descomposición social.» Lo cierto es que se trata una novela que desde la ficción genera vínculos con la realidad que hacen pensar que la literatura no está tan alejada de los actos cotidianos.

Sumisión
Michel Houellebecq
Editorial Anagrama, 2015
288 págs.