Pizza con cubiertos | Priscila Guinovart

Twitter tiene estas cosas: uno termina metido en debates fútiles, en los que nadie nunca reparará, pero que uno -muy quijotescamente – se los toma como una cruzada en nombre del honor y de todo lo que es puro y loable en el planeta. Habiendo dicho esto, y después de haber salido victoriosa de la discusión en la mencionada red social – y para no dejar lugar a las dudas – la pizza, lectores, se come con cubiertos.

Siete tips para pasar de “felices fiestas” a “fiestas felices” – y no morir en el intento | Priscila Guinovart

Diciembre es el mes de las evaluaciones, ajustes y aspiraciones. Resulta tentador caer en los brazos de la nostalgia, la ansiedad o el pesimismo. Muy a menudo, las fiestas no se celebran, apenas se sobreviven; y, en demasiadas ocasiones, de felices no tienen nada. Haga algo significativo por el otro. Sus hijos merecen buenos regalos, pero también buenos recuerdos y un planeta medianamente habitable. Enseñe y transmita amor y esperanza. Y muy por sobre todas las cosas, que la magia no se acabe el 2 de enero.

El fútil arte de la nada, o cómo usar Instagram | Priscila Guinovart

Si todas las redes sociales hubiesen sido creadas para ser usadas de exactamente la misma forma, nos bastaría solo una, ¿verdad? Twitter es la red social de los enunciados comprometidos, del ojo crítico, del humor negro y de la sátira, mientras que Instagram es la red de… mostrar – oh, vamos, que Facebook ha muerto.

Stefan Zweig, el inmortal | Priscila Guinovart

Me invadió en numerosas ocasiones, no obstante, el sentimiento de que Viena me era familiar y hasta predecible. ¿Cómo podría ser eso posible si era la primera vez que pisaba suelo vienés? Y sobre todo, ¿cómo podría ser eso posible en una ciudad que se obsesiona con seducir, maravillar y sorprender a los mortales? Deduje que el culpable – el exquisito culpable – era Stefan Zweig. Y antes de que se me acuse prematuramente (¿acaso no todas las acusaciones son prematuras?) de pretender mezclar sugerencias turísticas con literatura, déjenme decirles que un fenómeno muy similar se produce entre Borges y Buenos Aires, entre Victor Hugo y París o entre Vargas Llosa y Lima.

Soirées vins et fromages: qué son y por qué usted tiene que organizar una | Priscila Guinovart

La idea es simple: usted organiza un encuentro en el que el vino y el queso sean las divas de la noche. También lo será el pan, pero eso lo veremos más adelante. Ahora bien, ¿por qué meterse en tremendo lío? En primer lugar, porque no es lío en absoluto; de hecho, pocas propuestas combinarán tan bien buen gusto y simpleza – y bajo costo, particularmente si se la compara a la noción más corriente de “fiesta”.

No podría confiarle mi suerte a un objeto inanimado | Priscila Guinovart

Priscila Guinovart (Rocha, 1982). Delicatessen.uy la puso en el aprieto de que escribiera alguna líneas sobre ella: «A los 8 años gané un concurso de literatura escolar por un poema. A los 14, uno liceal interdepartamental por un cuento corto. A los 19 empecé a escribir en Voces, discrepancias aparte, Alfredo García es uno de los tipos más grandes que he conocido y le debo muchísimo.

Pequeño manual de buenos modales a la hora de comer | Priscila Guinovart

Para “empezar por el principio”, y asumiendo siempre que usted es el invitado, no llegue jamás con las manos vacías. Un vino o postre son siempre una buena idea. Si ignora cuál será el plato principal, poco importa. No hace falta ser un experto en maridaje para saber cuál es el vino a elegir: el tinto – mil, diez mil veces tinto. ¿Por qué? No sólo es más versátil, sino que además da menos espacio al error.

Misión imposible: París en 48 horas | Priscila Guinovart

El Sena atraviesa París de forma bastante inusual: lo zigzaguea. Por lo tanto, mantenerse al lado del río lo llevará a conocer la Torre Eiffel, el Louvre, Notre Dame, la Asamblea Nacional y la Conciergerie, entre otras delicias arquitectónicas. Tenga en cuenta que, si bien le hablo de una distancia poco mayor a cinco kilómetros, hay mucho (¡mucho!) para ver – solamente la foto saltando con la Torre Eiffel detrás se traduce en una inversión de diez minutos.

Roquebrune-Cap-Martin, la virginidad francesa | Priscila Guinovart

Imagine rutas que intercalan, casi caprichosamente, viñedos y olivos a modo de decoración. Allá, a los lejos, arañando el cielo con sus largas uñas blancas, están los Alpes, con su eterna majestuosidad y elegancia. Oponiéndose a la montaña está el Mediterráneo, mar engalanado de infinitos acantilados con robustos naranjos y limoneros que parecieran tener como única misión romper con el turquesa del mar.

Evitando un momento Angelo Badalamenti: la magia de hacer un buen café | Priscila Guinovart

¿Qué tenía aquel café? ¿Qué lo hacía tan malo? Las definiciones de “buen café” podrían ser tan numerosas como la cantidad de cafeinómanos en el mundo; una especie de “tiranía del gusto y las texturas” no sería jamás aconsejable – y este concepto se extiende a los puntos de la carne, aunque la respuesta correcta sea “jugoso”.

En búsqueda del Gainsbourg perdido | Priscila Guinovart

¿Qué se es cuando se es un genio? ¿Qué se es cuando se es cantautor, escritor, pianista, guionista, cineasta y actor? Gainsbourg, artista predilecto de la élite intelectual francesa (y muy particularmente parisina) de las décadas de 1960 y 1970, había comprendido que no se era realmente nada. Quizás sea por eso que se ofreció de cuerpo y alma a las volutas del exceso: la nicotina y el alcohol lo arrastraron, no sin antes humillarlo, a un lugar desde el cual ya no podría escandalizar a sus contemporáneos.