Dos potencias se saludan | Jaime Clara
Confieso que no tenía idea que las dos figuras fueran amigos. O tan amigos, compinches. Y es, justamente esa complicidad, lo primero que el lector agradece de este libro.
Confieso que no tenía idea que las dos figuras fueran amigos. O tan amigos, compinches. Y es, justamente esa complicidad, lo primero que el lector agradece de este libro.
Mi padre había muerto. Lo hizo sin previo aviso. De forma repentina. Poco tiempo después me armé de valor y fui a enfrentarme con la casa que había dejado vacía para clasificar toda su vida en cajas de cartón. Empecé con una pila de libros que descansaban en la cómoda de su dormitorio. Estaban ahí a propósito, alejados de los cientos de volúmenes que componían la biblioteca. Cada uno