Sería menos obsesiva | Mecha Gattás
Un sìmbolo de la época de oro de Punta del Este. Anfitriona de grandes fiestas,Se vinculó con Piazzola, Borges, Sábato, Manuel Mujica Láinez y Robert Mundell, premio Nobel de Economía,
Un sìmbolo de la época de oro de Punta del Este. Anfitriona de grandes fiestas,Se vinculó con Piazzola, Borges, Sábato, Manuel Mujica Láinez y Robert Mundell, premio Nobel de Economía,
Tus párpados caen livianos sellando la mirada de unos ojos que ahora descansan y navegan hacia adentro, alejándose –capa a capa– de cuanto a simple vista se ve. Con las piernas cruzadas sobre el piso, tu espalda se yergue liviana y firme. La coronilla apunta al cielo y los isquiones se anclan en la tierra.
«Mieles del Este» es su proyecto de permapicultura donde la mínima intervención es la clave para la obtención de un producto íntegramente natural, responsable y sostenible. El apicultor cobra el carácter de cosechador de miel. Al contrario de lo que ocurre en los procesos industriales, la miel no se calienta ni se pasteuriza, evitando así la pérdida de sus cualidades originales.
Es habitual asociar la figura del poeta de la generación española del 27, Rafael Alberti, en lo que respecta a nuestro país, únicamente a la ciudad de Punta del Este (incluso entre gente adentrada en los estudios literarios). En efecto, Alberti, su esposa María Teresa León (una de las grandes narradoras de esa generación), y Aitana, la pequeña hija de ambos, pasaron sus vacaciones en Uruguay desde el 42
Gastón Yelicich es uno de esos pocos chefs que prefieren que el plato hable por ellos. No es habitual encontrar cocineros que evitan recurrir a su abultado y notable currículum, saliéndose de la línea discursiva en torno a su filosofía en la cocina. Gastón te pone el plato delante y te observa
En esta casa gobierna un fuego feroz arrojado por un dragón que se escurre y se esconde con sigilo entre los hierros. Las manos sabias y tiernas transforman el producto en audaz alimento. Estamos en la Cantina del Vigía, frente a la torre que antaño vigilaba con su ojo panorámico el estado de situación de la bahía.
En lo referido a la comida, un diez sobre diez en técnica, producto y resultado. Francamente sensacional. Pero rebobinemos. Rebobinemos sobre algo que muchos habréis pasado por alto: mi carta.
A fines del siglo XIX, Francisco Piria llegó a contar con un viñedo de más de un millón de plantas, cerca de su castillo sobre la ruta 37. Sin ser viticultor ni bodeguero, su extraordinaria visión le advertía sobre el potencial vitícola de esta zona. Pero su proyecto no prosperó.
Lote 8 sacudió mi paladar hasta elevarlo a un Olimpo insospechado. Tras aquel aceite, un individuo alto, flaquito, de rizos afro-agrisados con una sonrisa permanente, como recién brotado de la tierra.