Murmullo | Carolina Bello

Un día desperté con el pelo enredado en una maraña rosada y esponjosa. Era rico mi pelo. Azucarado. Punto a favor a la hora de conquistas. Crecí en la trastienda de un puestito de algodón de azúcar. Todavía escucho la máquina. Mi madre nunca me develó el secreto, pero sus copos eran los más grandes y la competencia se había fugado lejos, por lo menos a la siguiente cuadra. Nuestro puesto tenía el privilegio de estar a un paso de la rueda gigante.