Ciencia, escritura y alcohol | Alejandro Gamero
Se supone que no se debería escribir completamente borracho, siguiendo el principio de Paracelso según el cual, la dosis hace el veneno.
Se supone que no se debería escribir completamente borracho, siguiendo el principio de Paracelso según el cual, la dosis hace el veneno.
El hombre no se ha separado del alcohol desde el momento de su casual descubrimiento. Desde la Antigüedad hasta la fecha, los pobladores de las distintas regiones del mapamundi han trabajado en domesticar y controlar los pormenores de ese proceso químico fabuloso conocido como fermentación, que es el cimiento sobre el que se construyen las distintas bebidas alcohólicas
El café se bebe mayormente caliente, pero no siempre fue así. En la Antigüedad, los árabes tomaban un caldo de color verde que preparaban con la corteza de pulpa de café macerada en agua fría. Fue después que se convirtió en una bebida oscura y caliente, aunque no es negra, sino marrón y se prepara entre los 90 y los 95 grados.
El aqua vitae conservaba la juventud, reanimaba el corazón, curaba el cólico, la hidropesía, la parálisis, la cuartana, tonificaba los músculos, calmaba los dolores de muelas (uno tiembla al pensar en los dolores de muelas en aquella época terrible) y ahuyentaba la peste.
Serían innumerables los ejemplos a citar en esta columna, pero vaya como aperitivo -nunca mejor aplicado el concepto- para futuros artículos sobre el punto. Por ejemplo, para el poeta Charles Bukoswki, la bebida siempre estuvo omnipresente en su vida, y en su vida literaria. Fue claro y contundente al decir que «beber es algo emocional.