El diente de Lumumba | Jaime Clara
Esta historia tiene unos cuantos años y todavía no logra resolverse. Se trata de un botín de guerra. Es un reclamo de hace varias décadas que involucra a dos países
Esta historia tiene unos cuantos años y todavía no logra resolverse. Se trata de un botín de guerra. Es un reclamo de hace varias décadas que involucra a dos países
Luego, con suaves deslizamientos, Andela levantó la tapa de su canasta. El olor del ndolé con gambas y carne invadió el espacio. Se insertó en las fosas nasales de Biloa, perturbó sus pensamientos, alteró sus sentidos y confundió su cuerpo.
La belleza del desierto desaparece cuando se llena de enfermedad y muerte. Logramos que un lugar único y hermoso, lleno de armonía, áspero sí, pero dulce a la vez, sea el rincón en que acorralamos a un pueblo pacífico, culto y tolerante. Cuando estoy en casa y me ducho pienso en ellos y me muero de la vergüenza. Veo sus ojos en la ciudad llena de horizonte y ruido, donde hablar parece imposible, el viento no se ve.
Al aterrizar en el aeropuerto internacional de Yundum, uno sabe inmediatamente que se encuentra en el corazón del Africa Ecuatorial. No sólo por la lujuriosa vegetación y las penetrantes fragancias tropicales que envuelven al viajero al poner pie en tierra, sino también por los abundantes árboles cubiertos de miles de pajarillos multicolores.
Lejos de la casa hay muchos artistas, pintores sobre todo. En medio aparece una iglesia, de las pocas que vi. En una de sus paredes una placa que colocó Juan Pablo II pide perdón a África por haber permitido la esclavitud. Dos siglos de esclavitud, otros dos de colonialismo. Después dicen que África es pobre. Es un milagro que siga en pie.
Por suerte el concierto era tan potente que al poco rato todos bailábamos (en verdad, ellos bailaban). Incluso la música moderna se baila con movimientos tradicionales. El Sabar y el Mandinga son danzas étnicas que con saltos, movimientos pélvicos y flexiones de piernas y brazos (disculpen lo impreciso de la descripción, pero la otra opción era escribir “indescriptible”), resultan imposibles para los extranjeros.
Grandes “chefs” viajan hasta allí a copiar ideas, pero se van desconcertados. El secreto no está en las ollas, ni en los fogones. Lo sabroso es comer acompañados.
Colaborar no es marcar un rumbo. Por fin, damos toda la vuelta para vernos. No existe el tercer mundo. No es un lugar geográfico, lejano.
Lo primero es la sensibilización. Ayudar a ver, dar visibilidad. Lo primero es sentir y luego intentar ayudar, tratar de hacer algo para alterar la desigualdad. Primero es sensibilizar, lo segundo ayudar, lo tercero es entender que ayudar no es suficiente y comenzar a fomentar los proyectos, hacerlos sostenibles.
Si tu palabra implica una decisión, esa responsabilidad tiene el peso de la historia y la importancia del futuro para tu gente querida. Los jóvenes respetan y cuidan a los ancianos, se emocionan con su valor, consideran un honor estar a su lado.
Intenté retomar el sueño pensando: “el flujo sanguíneo va tan rápido que hace rebotar una imagen al subconsciente por eso el cerebro la interpreta como un recuerdo”. Es imposible que hubiese vivido esa misma escena, no tanto por la imagen, que por otro lado sería frecuente en próximas madrugadas, sino por lo que sentía. Mi angustia no era producto de la falta de sueño, el calor, el miedo a los mosquitos (y por lo tanto a la Malaria), o la insólita sensación de que el tiempo se había detenido.
Las frutas exóticas y sabrosísimas llenan los aromas de un mercado donde el pescado fresco y los mariscos co-protagonizan el elenco diario y la oferta gastronómica de las islas. Ocho de cada diez árboles isleños, dan frutos. Cabe imaginar la suculenta variedad de dulces manjares que van desde el mango al fruta pão, que hervido o frito suele acompañar pescados. El pulpo, los caracoles de mar y las santolas (centollos) forman parte de la dieta diaria, que unidas a salsas picantonas a base de piri-piri, garantizan suculentos placeres culinarios.