Emilio Ortiz (Baracaldo, Vizcaya, España, 1974) es licenciado en historia. Comenzó a publicar en 2015, año en el que obtuvo el segundo premio del I Certamen Internacional Musas de Primavera con el relato «Una sonrisa». Apenas un año después, ganó el primer premio en la XI Edición de los Premios ANADE de cuento con el relato «Las angustias de un dibujo». Es aficionado a la escritura y a la lectura desde niño, pasiones que realizaba con mucho esfuerzo, sin poder llegar a concluirlas con éxito, dado que era deficiente visual; hoy en día es ciego total. Al descubrir el sistema braille, retomó su afición por escribir y leer. Sus dos novelas «A través de mis pequeños ojos» (Duomo, 2017) y «Todo saldrá bien» (Duomo, 2018) ha conquistado cientos de miles de lectores en España, un verdadero éxito literario.
Un sabor de la infancia
El chocolate amargo, cuanto más puro mejor.
Una manía confesable
Preguntarle constantemente a la gente, principalmente a mi compañera, lo mismo durante todo el día pese a recibir idénticas respuestas.
Un amuleto
Mi primer pen drive, es para mí como la primera pluma para otros escritores.
El último libro que leí
“A Corazón Abierto”, de Elvira Lindo.
Una película que me marcó
Cinema Paradiso.
Algo que evito
Estar al lado de personas que infunden negatividad.
Si pudiera volver a empezar sería
Más valiente siempre y cuando se me permitiese en este caso saber las cosas que ya conozco.
Un lugar para vivir
Madrid.
Un lugar para volver
Barakaldo, siempre vuelvo a Barakaldo.
Una materia pendiente
Dirigir una película.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mi hija.
El escritor definitivo
Espido Freire, es perfecta, tanto que a veces resulta desquiciante.
Algo que jamás usaría
La intimidad de otro en mi provecho.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Intenté ligotear con la mujer de un amigo. Estábamos en un bar con mucho ruido y no la reconocí por la voz. La culpa fue de ellos por no avisarme a tiempo. Nos reímos muchísimo, pero casi quince años más tarde nadie se atreve a sacar el tema.
El lugar más feo del mundo
El despacho de mi penúltimo jefe.
Una rutina placentera
Salir con mis perros.
Me aburre
La gente que presume de ser buena.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
La pizza precocinada.
Una canción que aún me conmueve
“Don Quijote” de Asfalto.
Un restaurante que nunca falla
Restaurante Nuestro Bar. Se llama así, está en Albacete, la ciudad en la que vivo ahora, pero hay muchos más.
Algo que cambiaría si pudiera
Ser aún más fuerte todavía.
El valor humano que más admiro.
El respeto al diferente.
Una última palabra
Siempre.