Según la Real Academia de la Lengua Española, el algarrobo – Ceratonia siliqua – es un “árbol siempre verde, de la familia de las papilionáceas, de ocho a diez metros de altura, con copa de ramas irregulares y tortuosas, hojas lustrosas y coriáceas, flores purpúreas, y cuyo fruto es la algarroba. Originario de Oriente, se cría en las regiones marítimas templadas y florece en otoño y en invierno”. Así, la algarroba es “una vaina azucarada y comestible, de color castaño por fuera y amarillenta por dentro, con semillas muy duras, y la cual se da como alimento al ganado de labor”. Su nombre, de acuerdo con el estudio publicado por Guillén et al. en Chronica naturae proviene de:
Ceratonia: del griego keratos, cuerno (en relación a la forma y consistencia de los frutos).
Siliqua: nombre latino de los frutos en legumbre (vaina de leguminosas).
La producción mundial de algarrobos (carob en inglés) se concentra en pocos países, que son liderados por Portugal, Italia y Marruecos, a los que siguen Turquía y Grecia, y otros países de la cuenca mediterránea como España y Argelia, según datos del año 2018 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Específicamente, en España el cultivo del algarrobo se concentra de manera predominante en el arco mediterráneo formado por la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares y Catalunya.
El algarrobo es también un ingrediente de la Dieta Mediterránea que fue incluida en 2013 en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Elisa Cairati destaca, en su ensayo publicado en la revista Altra Modernità, que el algarrobo es “un lugar de memoria y trascendencia, agregación de historia y tradiciones, punto de contacto entre pasado y presente –, para distintas culturas en distintas latitudes. En particular, […] los árboles indicados como ‘algarrobo’ encarnan un conjunto de significados simbólicos que los vuelve parte integrante y fundamental de los entornos culturales de origen”.
Sus valores simbólicos y sociales se remontan a la antigüedad, con una presencia del algarrobo como parte del paisaje mediterráneo que ya se apreciaban en la Antigua Grecia, el Antiguo Egipto y la Antigua Roma. En su monográfico sobre el algarrobo, Batlle y Tous afirman que el árbol del algarrobo se fue consolidando en ambas laderas del mediterráneo, donde precisamente griegos y árabes popularizaron su cultivo. Aunque más tarde se expandió a otras zonas de clima mediterráneo alrededor del mundo, hoy en día sus principales áreas de producción se limitan a las regiones mediterráneas.
Sus usos en la industria alimentaria y farmacéutica son variados, como también sus virtudes gastronómicas. En la obra elaborada por la Fundació Alícia, titulada ‘La pastisseria i la cuina de la garrofa’ (La pastelería y la cocina de la algarroba) se recogen una serie de recetas que abogan por la recuperación de la algarroba a partir de la proyección culinaria de un producto tradicionalmente humilde a través de la restauración, incluyendo con especial relevancia la algarroba en panaderías y pastelerías. Las recetas recorren propuestas dulces y saladas.
En los últimos años el uso de la algarroba se ha valorizado, algunos restaurantes apuestan por su desarrollo en la cocina y una de las principales aplicaciones se encuentra en postres donde se sustituye por el cacao, otro alimento de dioses tal y como narraba en Delicatessen.uy hace unas semanas Alva Sueiras. La algarroba es baja en grasa y rica en fibra, y su aportación nutritiva la convierte en un producto no solo de moda, sino saludable. El bizcocho de algarroba es una invitación a preparar una receta fácil en casa.
La algarroba ha llegado también a los circuitos turísticos. Mont-roig del Camp, localidad catalana ubicada en el Camp de Tarragona, es considerada la capital mundial del algarrobo. Recorre estos paisajes la conocida como la ‘Cuina dels Genis’ (Cocina de los Genios) que es una ruta que visita los espacios que inspiraron a genios como Pau Casals, Antoni Gaudí, Joan Miró, y Pablo Picasso. Todos ellos fueron influenciados por el territorio del sur de Catalunya formado por la Costa Daurada y las Terres de l’Ebre, que conforman su litoral más meridional. Así, se crean los binomios genio y ciudad entre Casals y El Vendrell, Gaudí y Reus, Miró y Mont-roig del Camp, Picasso y Horta de Sant Joan. Esta ruta permite recorrer parte de su legado artístico.
En concreto, el pintor Joan Miró veraneó en Mont-roig del Camp durante la mayor parte de su vida, y allí pintó obras tan célebres como ‘La Masia’. Miró viajaba siempre con una algarroba en su maleta, lo cual es una manifestación hacia su arraigo al territorio y a la fuerza que transmite el fruto del algarrobo. Esto nos devuelve a la trascendencia de este árbol, que se mencionaba anteriormente, y que demuestra el valor paisajístico y patrimonial del algarrobo y su fruto.
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