Politiquería | Ricardo Güiraldes
Sosa le enterraba sus plomos en el vientre. Britos avanzaba en zig-zag, parado en seco a cada choque de los proyectiles, pero sin caer, chapaleando en su sangre chorreante hasta la extinción de su vigor, quedando atravesado sobre su silla, caída de pie por milagro, como una res carneada.