La extraordinaria historia, la ciencia y el arte del noble francés que le enseñó a comer a medio mundo | Alfredo Serra

Es conocido mi gusto por la buena cocina. Por los almuerzos más exquisitos y las cenas más finas. Por todo lo que el mar puede producir en calidad y la tierra en suculencia. Rodaballos, merluzas, lenguados, langostas, ostras grandes como una pila de agua bendita, emperadores, esturiones, perdices rojas, conejos nutridos con hierbas aromáticas, codornices gordas como polluelos, berenjenas, melones de agua, moscateles, queso de Roquefort digno de la mesa de un rey no destronado, vinos fabulosos escanciados por niñas no menos maravillosas…