Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) es escritor y abogado. «Fue revolucionario sandinista; dejó el poder, en el que fue vicepresidente, desde que advirtió la deriva dictatorial de su compañero Daniel Ortega. Desde que se despidió, con Adiós, muchachos (1999) de la que había sido su dedicación al proceso revolucionario, ha escrito muchas novelas. Pero hasta ahora nunca había publicado una tan explícita denuncia de la corrupción como sustento del régimen como Ya nadie llora por mí (Alfaguara), que protagoniza un revolucionario de la primera hora, Dolores Morales, policía devenido detective de causas menores», según reseñó El País de Madrid. Su obra literaria es muy importante. Solo marcamos algunos acontecimientos y algunos de sus libros. En 1967 publica Nuevos cuentos y prosigue con Tiempo de fulgor (1970), De tropeles y tropelías (1972), Charles Atlas también muere (1976) y ¿Te dio miedo la sangre? (1976), libros en los que practica libremente ciertas fórmulas realistas para abordar temas de la historia social de su país. Con Castigo divino (1988) ensaya una parodia del lenguaje de cierto cine estadounidense de los años cuarenta, y en Un baile de máscaras (1995) hace una reconstrucción novelesca y autobiográfica de un personaje supuesto. Publicó asimismo libros de artículos (Balcanes y volcanes, El alba de oro, Seguimos de frente, Estás en Nicaragua, Adiós Muchachos), algunos de los cuales se reunieron en Las armas del futuro (1987). En 1997 ganó la primera edición del premio literario Alfaguara, con su novela Margarita está linda la mar (1998). Ese mismo año la editorial publica sus Cuentos Completos. Acaba de obtener el Premio Cervantes 2017.
Un sabor de la infancia
Las mandarinas, sabor y fragancia.
Una manía confesable
Leer y leer.
Un amuleto.
Mi mujer a mi lado, siempre me trae buena suerte.
El último libro que leí
La condición humana, de Anna Harendt.
Una película que me marcó
Las reglas del juego, de Jean Renoir.
Algo que evito
Las malas compañías, por consejo de mi madre.
Si pudiera volver a empezar sería
Escritor.
Un lugar para vivir
Masatepe, el pueblo donde nací.
Un lugar para volver
Berlin, donde viví en mi juventud.
Una materia pendiente
Leer la Odisea en griego.
Un acontecimiento que cambió mi vida
La masacre de estudiantes de la que soy sobreviviente, cuando el 23 de julio de 1959 el ejército de Somoza disparó en la calle contra nosotros.
El escritor definitivo
El que no ha escrito aún su último libro.
Algo que jamás usaría
Tirantes para los pantalones.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Cuando en las campañas electorales debía bailar en público.
El lugar más feo del mundo.
Supongo que el infierno.
Una rutina placentera
Escuchar arias.
Me aburre
La idiotez.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Que frecuentaba, el guiso de tortuga, pero ahora mis nietos no me lo perdonarían.
Una canción que aún me conmueve
Vete de mí.
Un restaurante que nunca falla
La Fritanga de Doña Tania, a la vuelta de mi casa.
Algo que cambiaría si pudiera
Quitaría todos los muros que hay sobre la tierra.
El valor humano que más admiro
La sencillez.
Una última palabra
La dejo pendiente.
Foto: Claudio Álvarez