Pan, todo, pan, todo | Fabián Muniz

Pan, todo, pan, todo. Más tarde uno de los evangelistas lo metaforizaría con el cuerpo de Cristo, tamaña herejía: ese flaco carpintero que, cuando mucho, se chamullaba a algunos campesinos analfabetos y los convencía de tonterías metafísicas nunca debió ensuciar la imagen incólume del pan. Mal haya, y mil veces mal haya, la institución que contaminó el pan, que le otorgó ese peso redentor que no merecía.