Al italiano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925) suele catalogárselo como un “escritor tardío”, aunque tal definición no es del todo exacta. Cuando en 1994 se publicó La forma dell’acqua (La forma del agua), la primera entrega del comisario Salvo Montalbano, el siciliano ya tenía una larga trayectoria como escritor y dramaturgo, además de docente de guión de la RAI. Ese mote, pues, se debe a que este personaje le dio una visibilidad masiva. Veintiséis títulos después, todos editados por Salamandra, la saga Montalbano tiene una legión de miles de fieles lectores en Europa y América que siguen sus aventuras. De hecho, debido al éxito, la RAI produjo una serie televisiva con algunas de las aventuras de Montalbano, interpretada por el actor Luca Zingaretti (*).
El apellido del personaje es un homenaje al fallecido escritor español Manuel Vázquez Montalbán, que al igual que Camilleri, solía disfrutar de la comida mediterránea. También Montalbano, como Pepe Carvalho, el personaje de Vázquez Montalbán, ama la buena cocina. El español llegó a conducir un programa, Pepe Carvalho, detective sibarita, en el canal de cable elgourmet.com, donde recorría los restaurantes que alguna vez frecuentó su personaje literario. La gastronomía pues, es uno de los puntos en común entre ambos escritores y personajes.
Antes de adentrarnos en los gustos culinarios de Salvo Montabano, conviene poner en contexto el lugar geográfico que habita y los personajes que lo secundan. Vive en el imaginario pueblo de Vigàta, en Sicilia, donde dirige una comisaría plagada de inolvidables y simpáticos personajes que suelen sacarlo de sus casillas. Uno de ellos es el telefonista Catarella, que confunde adjetivos, apellidos y tiene un latiguillo que irrita a Montalbano: “Dottori, lo quieren ver en persona personalmente”. Entre sus aparceros, se encuentra Gallo, un policía que parece ser un frustrado piloto de Fórmula 1, y que maneja con la avidez de que el mundo se termina a la vuelta de la esquina; Fazio -uno de los mejores hombres de Montalbano- es efectivo a la hora de investigar y tiene una virtud que, paradójicamente, enerva al comisario: la manía de anotar todo tipos de datos de los sospechosos. Fazio puede, con la precisión de un reloj suizo, saber hora, mes, año, mujeres e hijos del investigado en cuestión. Lo secundan Galluzzo y el subcomisario Mimì Augello, este último un mujeriego irremediable pese a que, al promediar la saga, contrae nupcias.
El círculo se cierra con el periodista Nicolò Zito, amigo personal de Montalbano, que trabaja en TeleVigàta; el médico forense Pascuano, con el cual mantiene una relación distante, pero que sin embargo respeta y es el que corrobora, a nivel científico, muchas de las hipótesis del policía. En cambio, siente un rechazo visceral por el fiscal Tommaseo, al que se le cae (literalmente) la baba ante el cadáver de una fémina, de puro morboso que es. No falta el empalagoso doctor Lattes, el jefe del gabinete superior de la Policía, que no pierde oportunidad de agradecerle a la Virgen María y soltar su perorata de rosarios a favor de la familia y la tradición como núcleo de la sociedad.
Montalbano es un lobo solitario, aunque tiene una relación de larga data con su novia, Livia Burlando, que vive en Génova, con la que suele tener desencuentros cada vez que hablan por teléfono. Cada tanto, Livia (que no tiene a la cocina como una de sus virtudes, por lo que Montalbano intenta que no ensaye ningún plato con él) lo visita en su casa de Vigàta, ubicada a pocos metros del mar, donde el comisario suele nadar por la noche buscando esclarecer sus pensamientos ante una investigación en curso.
Montalbano es un sibarita de tiempo completo. Concurre habitualmente a trattorias a degustar platos típicamente italianos y mediterráneos –los frutos del mar y las pastas son sus preferidos– además de disfrutar las exquisiteces que le prepara su fiel asistente Adelina. Su rutina gastronómica se divide en el almuerzo a primera hora de la tarde, generalmente en la trattoria de Enzo, su preferida, donde suele degustar, como entrada, variados antipasti (que en italiano significa “antes del plato principal”, a manera de aperitivo), para luego entregarse a unos buenos salmonetes frescos, acompañados por una capunata –un guiso clásico de la cocina siciliana, elaborado en base a berenjenas, tomate y aceite de oliva– , unos spaghetti frutti di mare, una pasta con almejas, su amada pasta n’casciata –macarrones con diversos ingredientes que van gratinados al horno con queso pecorino–, langosta o unos pulpitos en salsa de tomate. Montalbano deposita sus gustos gastronómicos en Enzo por tres sencillas razones que no se cansa de enumerar: productos frescos, platos sabrosos y, no menos importante, el silencio que reina en el restorán. El comisario detesta el ruido o que le hablen a la hora de comer. Se trata de una liturgia que no admite distracciones. Cada banquete es contrarrestado con caminatas por el muelle donde, mientras fuma un cigarrillo, reflexiona sobre el caso que tiene entre manos y la condición humana.
Por las noches, Adelina suele dejarle en la heladera algunos de sus platos fríos favoritos como sardinas aderezadas con aceite de oliva, aceitunas negras y queso de cabra. Es habitual que, terminada la jornada en la comisaría, Montalbano ya en su casa, prepare la mesa en la galería, que tiene un amplio ventanal con vista al mar, y como una ceremonia que no admite apuros, cene acompañado de una copa de vino. Hasta aquí un racconto de las características del personaje, su entorno y sus gustos gastronómicos.
Andrea Camilleri es considerado, con justicia, uno de los renovadores del género policial. La clave de esto hay que buscarla en la construcción de la psiquis, el pensamiento, la personal mirada del mundo que posee el personaje, y los temas elegidos para desarrollar el policial. Montalbano navega entre la delgada línea que separa la ley de la justicia, porque no siempre ambas van de la mano a paso acompasado. No son pocos los casos en los que prefiere “enterrar” pruebas incriminatorias de un victimario que es, en definitiva, víctima de la sociedad. Porque detrás de un asesinato, como disparador de la historia, los lectores se encontrarán con temas tan actuales como el tráfico de inmigrantes –que llegan como ganado a la costa italiana a bordo de las pateras– la prostitución, la mafia, la Iglesia que hace oídos sordos y las políticas de Estado sobre los “ilegales”. No obstante, Camilleri nunca cae en lo panfletario. Basta adentrarse en las historias para darse cuenta de que lo social, bajo el manto del género policial, es utilizado como una buena excusa para replantearse la comedia humana.
De esta manera, con Salvo Montalbano inauguramos una serie de entregas que hemos denominado Personajes sibaritas.
(*) En Uruguay puede verse por la señal de cable Europa, Europa los domingos a las 23.00 hs..
Nelson Díaz (Montevideo, 1967) es escritor y periodista. Publicó los poemarios Pactos & Emblemas (1991), de Rosas, mendigos y otras tempestades (1993), Malas intenciones (1999, Ediciones de la Banda Oriental), Liturgia urbana (2000, Vintén Editor) y Rigor mortis (Yaugurú, 2005; reeditado en 2009). Dos libros de entrevistas a escritores uruguayos: El oficio de contar (Alfaguara, 2006, con dibujos de Hermenegildo Sabat; reed. en 2008) y El oficio de narrar (Alfaguara, 2009), la biografía Memorias de un trovador. Conversaciones con Darnauchans (Planeta, 2008, reed. 2014 y 2017), y las novelas Corporación Medusa (2007), Resaca (2015) y Metástasis (2017), todas editadas por Yaugurú, y que conforman el proyecto literario Terminal Moebius.
En 1994 escribió y dirigió la performance SuicidArte: una experiencia terminal, en base a textos de André Breton, Antonin Artaud y de su autoría. Entre ese año y el 2000 fue representante y productor de Eduardo Darnauchans. En el 2010 integró la muestra colectiva Uru-Mex, donde un poeta uruguayo y un diseñador mexicano (y viceversa) plasmaban poesía y diseño en un afiche. La muestra se presentó en Montevideo en la Sala de Arte “Carlos Federico Sáez” y en la Universidad Nacional Autónoma de México. En el 2015 participó en el volumen Me cago en usté, una antología de escritores uruguayos y españoles, coeditado por las editoriales españolas Libros de la Imperdible y Amor de mis amores, y la uruguaya Yaugurú. En 2016, fue seleccionado para integrar la edición de la revista de Casa de las Américas de Cuba, dedicada a “Letras e ideas de Uruguay”, en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, que homenajeó a Uruguay.
Como periodista trabajó en diferentes medios escritos. Actualmente escribe en Dossier, ejerce la crítica literaria como columnista en los programas Planeta Radio (Radio Sarandí) y Tormenta de cerebros (Radio Uruguay) y es productor de Departamento 20 en Radio Uruguay.