La Plaza del Humor | Jaime Clara

No hay caso, cuando se caminan las calles de una ciudad donde, se dice, están los orígenes de un pueblo, ese pueblo es fácilmente reconocible. Uruguay tiene en españoles e italianos, a dos de comunidades mayoritarias que diseñaron su identidad. «Entre tanos y gallegos», por citar aquel espectáculo musical de Eduardo Rivero, Washigton y Cristina, se moldeó la personalidad de quienes habitamos esta esquina del mundo, en el Río de la Plata. En el caso concreto de Galicia, los personajes que están sentados en cualquier vereda, fumando mansamente tabaco armado, con los años a cuestas, bien vividos y trabajados, las empleadas de las panaderías, tiendas, o los mozos de los bares, guardas o taxistas, son muy parecidos a los uruguayos. Es que allí están los orígenes. No hay que buscar demasiado. En La Coruña, aún más. Recorrer esos paisajes, las calles, hacen sentir a los uruguayos, no extranjeros, sentirnos parte, es como estar en casa. Escribo de la gente y de sus características, porque las ciudades son diferentes: una es limpia, ordenada, segura, con un tránsito respetuoso y atento. En cambio, Montevideo, es Montevideo.

Perderse en caminatas por los lugares que no se conocen, permite el descubrimiento. Fue lo que nos pasó, tras un agradable almuerzo en un sitio particularmente recomendado (restaurante A Mundiña), subir por unas callecitas muy angostas en busca de la céntrica Plaza de España. Girar en algunas esquinas y aparece, casi tímidamente, un espacio que tiene dos esculturas de cuerpo entero, con los bancos de plaza integrados, un busto, una fuentecita algo desgraciada y, al fondo, un kiosco fuera de escena, todo sobre un piso de una suerte de mármol blanco, grisáceo por el paso del tiempo, donde algo se distinguía a lo lejos, pero sin saber qué.

Llegar a la plaza de marras y encontrarse con una cabeza con una narizota enorme, que parecía más un personaje de historieta que el homenaje alguna personalidad local. Cuando me acerco me doy cuenta que ¡era un personaje de humor! Los pasos comenzaron a apurar con ansiosa curiosidad. Las imágenes en el suelo comenzaron a descubrirse: Buster Keaton, Chaplin, Snoopi, Los Picapiedras, el Arcipestre de Hita, Mark Twain, Groucho Marx, Cervantes, , Asterix y Obelix, Mortadelo y Filemón, junto a los personajes históricos de los tebeos (como le dicen en España a las historietas). Al buscar alguna referencia al lugar, por detrás aparece el cartel que no había divisado al comienzo: Plaza del Humor. La primera sensación fue la de darme cuenta que qué bueno que una ciudad homenajee y celebre el humor, a los personajes de historietas, porque demuestra la capacidad de entender la gracia de un pueblo.

Al buscar información, aparecieron los detalles de un lugar, bien pensado. En internet se encuentran datos de esta creación de un humorista gráfico, escritor y periodista gallego Siro López, conocido como Siro (Ferrol, 1943). «En el año 1990 proyecté la Praza do Humor de A Coruña, un recinto urbano que pretende ser un homenaje a los grandes humoristas del mundo, desde Galicia y en gallego. Ubicada en la antigua Praza dos ovos, ante el mercado de San Agustín, a pocos metros de la Plaza de María Pita, consta de un piso de mármol blanco, en dos niveles. En el superior se encuentran dos bancos de granito con las figuras de Castelao y Cunqueiro, y lo que inicialmente iba a ser un teatro de títeres, que funciona como churrería. En el inferior están, sobre pedestales de granito, los bustos de Vicente Risco, Wenceslao Fernández Flórez y Julio Camba, además de la A Fonte do Gatipedro. El Gatipedro es una invención de Álvaro Cunqueiro, que lo describe como un gato que tiene un pequeño cuerno en la frente por el que vierte un chorro de agua cantarina. El Gatipedro entra durante la noche en las habitaciones de los niños, y al echar el chorro de agua consigue que los niños sueñen que mean, y se meen en la cama. El suelo de mármol, en ambos niveles, es como un enorme papel en el que pude dibujar a los grandes humoristas gráficos y literarios de todos los tiempos y todas las nacionalidades, al lado de inolvidables cómicos del cine y de personajes de historietas. De la realización de la obra se encargaron los escultores Manuel Ferreiro Badía, Francisco Escudero, Ramón Conde y, sobre todo, Xosé Castiñeiras, que, además del banco de Cunqueiro, hizo imperecederos los dibujos en el mármol», confiesa Siro.

En otro artículo, se describe que «la plaza esta presidida por dos maestros en el arte de hacer reír: Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao y Álvaro Cunqueiro Mora, cuyas estatuas dominan el lugar, sentados en un par de bancos de piedra colocados uno frente al otro. Recordemos que Castelao fue un prolífico autor (novelista, pintor, teórico y político) en cuyo trabajo destaca siempre el tono humorístico, pensado como manera directa de señalar el caciquismo de la sociedad y la explotación a la que se veían sometidos los más pobres e indefensos que eran arrojados fuera del sistema. Álvaro Cunqueiro Mora, al igual que Castelao, fue una persona de múltiples talentos (novelista, poeta, dramaturgo y periodista) a quien se recuerda por su capacidad para generar humor y ternura. Como recuerda el gran Francisco Umbral en su libro «Las palabras de la tribu»: «lo que hoy le da más sentido a su prosa es un humorismo tácito, una ironía tierna que no quiere profundizar más en la llaga, una gracia culta de romano ilustre que se retira a su quinta con más libros que conejos». 

No sé si este lugar es de los más bellos de Coruña. Quizás no. Lo que es seguro, que es un lugar que dice mucho más de los gallegos y de los habitantes de la ciudad. Además, rinde tributo a un género que está marcado a fuego en la historia de la humanidad, el humor, a los personajes y, sobre todo a sus autores.