Me aburren las cadenas de radio y TV | Rafael Courtoisie

Rafael Courtoisie es de Montevideo. Poeta, narrador y ensayista. Miembro de número de la Academia Nacional de Letras. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Su antología Tiranos temblad obtuvo el Premio Internacional de Poesía José Lezama Lima (Cuba, 2013). Obtuvo el Premio Internacional Casa de América (Madrid) de Poesía por su libro PARRANDA (Editorial Visor, Madrid, 2014, publicado también en edición bilingüe en Roma, con el título de “Baldoria”, 2016). Se editó en España, su libro El lugar de los deseos (Valencia, editorial pre-textos, 2013) y la segunda edición (en Uruguay, 1ª edición en España) de Partes de todo (ensayo-poesía). La balada de la Mudita (México, 2016), Diario de un clavo (México, 2016) y Ordalía (Madrid, 2016) son sus libros más recientes de poesía. En 2016 fue homenajeado por su trayectoria en el Festival de Poesía Contemporánea de san Cristóbal de las Casas, México. Ha obtenido, en diversas ocasiones, el Premio Bartolomé Hidalgo (Premio Nacional de la Crítica, Uruguay) tanto en Narrativa como en Poesía. Ha sido Profesor de Literatura Iberoamericana y Teoría Literaria en el Centro de Formación de Profesores del Uruguay, de Narrativa y Guión Cinematográfico en la Universidad Católica del Uruguay y en la Escuela de Cine del Uruguay. Ha sido Profesor Invitado en Florida State University (Estados Unidos), Cincinnati University (Estados Unidos), Birmingham University (Inglaterra) y la Universidad Nacional de Colombia, entre otras. Fue invitado por la Universidad de Iowa para integrar el Internacional Writing Program. Ha dictado seminarios y conferencias en numerosas universidades e instituciones de España, Inglaterra, Francia, Italia, Israel, Grecia, Turquía, Bosnia, Canadá, Estados Unidos y América Latina. Fue finalista del premio Rómulo Gallegos.

 

Un sabor de la infancia
No es la Magdalena de Proust en el té: es el café con leche que hacía mi madre antes de que me fuera al colegio….dice Vallejo en Trilce: «Y el sírvete materno no sale de la tumba/ la cocina a oscuras, la miseria de amor»…..

Una manía confesarle
Rituales de verificación, casi «TOC» al salir de viaje, en los aeropuertos: pasaporte, celular, lentes para leer, uno puesto, colgado al cuello y otro guardado, por si acaso, celular u hoja con web checo in, etc. todo en los múltiples bolsillos de un chaleco que me compré en Turquia o en otro que me compré en Madrid, o en otro que fue una bagatela en Sarajevo. Tiene que ser uno de esos tres chalecos que uso sólo para viaje, chalecos «tipo fotógrafo»….el verde (y el pelo rapado a lo marine) me valió un interesante interrogatorio al llegar a La Habana….

Un amuleto
No lo llamaría amuleto: una medalla de San Benedicto. Los entendidos saben de lo que hablo.

El último libro que leí
«Sordidísimos» de…..Pah, qué bache….ya me voy a acordar el autor!! Y para peor lo leí y lo presté enseguida, lo presté porque ese autor que no logro mencionar me gusta mucho, y el libro (la traducción) lo editó «El cuenco de plata» en Argentina….carísimo….y no se consigue aquí, creo.

Una película que me marcó
«Perros de la calle» (Reservoir Dogs) de Tarantino….es un thriller, un hábil collage shakesperiano y «una de acción». Hay una parte que es un plagio o traducción de una de las más cruentas escenas de Macbeth.

Algo que evito
Trato de evitar discutir, prefiero reflexionar, debatir o permanecer en silencio…no siempre lo logro, sobre todo lo último.

Si pudiera volver a empezar sería
Monje zen, al menos aprendiz de monje zen.

Un lugar para vivir
«Uno studio a Venezia» , pero es mucho pedir. Más modesto: la isla de Capri fuera de temporada. Más cercano, pero no se si alcanzable: una chacra por el santoral de Canelones.

Un lugar para volver
Praga, una calle de Praga donde tuve una epifanía.

Una materia pendiente
Aprender repostería con un experto francés, en París.

Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de mi hija.

El escritor definitivo
Aún no nació.

Algo que jamás usaría.
Pendientes: cuando nací era otra época, no tan inclusiva. ¡Y no me perforaron las orejitas!

La última vez que pensé «tierra, trágame»
En la feria de mi barrio, le discutí por el vuelto (mal dado) a un señor que me había vendido un kilo de papas, uno de cebollas, dos broccolli, dos espinacas y medio kilo de gengibre fresco. Subí el tono. El tipo, mucho más joven, musculoso y alto, me dijo: » ¡No le da vergüenza protestarme por treinta pesos, usted que sale en la tele y en el diario, y se las da de escritor!! Tuve que explicarle que es difícil vivir de la literatura en nuestro país. Al otro miércoles, le lleve una novela autografiarme de regalo, pero la vergüenza no se borró,…

El lugar más feo del mundo
Un callejón en Detroit, después de la crisis, cuando la ciudad cayó en desgracia. No puedo contar lo que vi, ¡por Dios!

Una rutina placentera
Cuidar el jardín, regar, sentir la tierra fresca a comienzos de cada estación, barrer las hojas, hablarle a la higuera que planté hace dos años («porque es áspera y fea/yo le tengo piedad a la higuera» , decía Juana de Ibarbourou, pues esta higuera es suave y hermosa).

Me aburre
Las cadenas de radio y TV, los discursos políticos en general y en particular.

Una extravagancia gastronómica
Caracoles, «escargots». Pero no como los hacen en Francia, como los preparan en un restaurant de Barcelona, en el Barrio Latino, un lugar que no voy a revelar. Lo extravagante es que cuando los como, no sé porqué, tal ve por placer, cierro los ojos.

Una canción que aún me conmueve
«Volver a los diecisiete».

Un restaurante que nunca falla
Queda cerca de donde vivo, está en el edificio de un muy antiguo almacén de principios del siglo XX, y conserva algunas cosas. Es sencillo, pero efectivo, sobre todo el menú del día, para el almuerzo: «Lo de Silverio».

Algo que cambiaría si pudiera
El universo.

El valor humano que más admira
La lealtad cuando viene de la mano con la inteligencia.

Una última palabra
Siempre