No quiero caer en los lugares comunes sobre que la literatura es un viaje, o que uno viaja cuando lee y ese tipo de verdades mil veces repetidas. Una cosa son esos axiomas y otra es la literatura sobre viajes, que debo confesar, descubrí en forma tardía y trato, vertiginosamente, de ponerme al día.
Para muchos, la literatura de viajes tiene algunos clásicos iniciáticos como pueden ser La Odisea (Homero, siglo VIII – siglo VII a.C.) o El libro de las maravillas del mundo (Marco Polo, siglo XIII). Por estas tierras, contamos con Diario de viaje de Montevideo a Paysandú de Dámaso A. Larrañaga (1815), Un naturalista en el Plata (Charles Darwin, 1833-1835) y el justamente venerado La tierra purpúrea (W.H. Hudson, 1885), por nombrar sólo algunos. De los libros de viajes que más disfruté, se encuentran siempre a mano, el relato del argentino Mempo Giardinelli cuando escribió su viaje por la Patagonia a bordo de un viejo Ford Fiesta, al que bautizó el Coloradito Pérez, al tiempo que terminaba una novela que no sabía cómo resolver. Ese libro, titulado Final de novela en Patagonia, recibió en el año 2000 el premio Grandes viajeros y su lectura significó en mi historia personal, un mojón fundamental en la literatura de viajes. Otro libro fascinante, lleno de complicidades comunes es Una forma de viajar, del montevideano periodista Marcello Figueredo (Editorial Aguilar, 2010) o los libros del italiano Claudio Magris o el neerlandés Cees Nooteboom. Las impresiones de un escritor o de un periodista sobre ciudades, lugares o diferentes destinos suelen estar cargados de una sensibilidad particular y de una mirada original, sobre lo que se ve y sobre lo que se cuenta. Si bien se puede emparentar a un relato de un turista que nos cuenta cómo le fue, lo que tiene la mirada literaria es una invitación a un viaje sobre el viaje.
La editorial Palabra santa, acaba de editar un coqueto libro donde el maridaje perfecto se anuncia en el propio título: Viajar y escribir y agrega que se trata de 9 destinos que inspiran. La autora es la escritora Claudia Amengual (Montevideo, 1969) que a través de su columna Nobleza obliga, en la revista Galería, y en incursiones radiales, ha desarrollado la crónica viajera al tiempo que visitaba los lugares más diversos del planeta.
De todo lo recorrido, debe haber sido muy difícil para la autora, haber elegido nueve destinos. Nueve, tan solo nueve, de vaya a saber cuántas decenas de lugares, o cuántos millones de momentos vividos. Porque Amengual, no se queda en sus crónicas con los grandes relatos o los típicos lugares que forman parte del catálogo turístico, sino que hace foco con su literaria atención, en lugares que ni siquiera figuran en los mapas (como el Rebón de Arriba, en España) o en el cuadro El beso de Gustav Klimt que está en Viena o llega hasta Usuahia para ingresar en la leyenda de si Carlos Gardel estuvo preso, en su juventud, allá por donde termina el mundo.
Las referencias literarias, históricas, culturales y sociales son permanentes, lo que le da a cada uno de los artículos, un carácter informativo y referencial que el lector agradece. Los datos están en dosis justas y necesarias, para que sean un aporte concreto en cada relato. La autora tiene oficio para tensar la cuerda del interés y de cada historia para que el lector se enganche y transite, de su mano, cada uno de los destinos inspiradores, como ella los define. El tono elegido es personal, de cálido relato, casi de transmisión oral, lo que hace acercar notablemente a la autora con el lector.
El libro, de pequeño formato, coqueto objeto de tapas duras y un papel brillante, lleno de colores, tiene un diseño muy osado, jugado, que de entrada puede sorprender. Pero ninguno de los recursos gráficos de Serendipia Estudio, atenta contra la lectura de corrido. A veces nos encontramos con publicaciones que pretenden ser tan innovadoras en el diseño, que la lectura queda relegada a ser el último orejón del tarro, o le da al lector tanto trabajo mantener la continuidad, que termina expulsándolo del texto. No es el caso. Todo lo contrario, aunque no lo parezca a simple vista, la lectura es lineal, con destaques y colores que remarcan ideas y conceptos. La misma destreza visual se mantuvo con las fotografías y diseños, hábilmente intervenidas.
En el prólogo del libro, la directora de Galería, Mónica Bottero, arriesga a definir a Amengual como que «quizás sea nuestra escritora más internacional, y por tanto viajada». Su mirada global, su lupa local cuando corresponde o el sentimiento aldeano hacia Montevideo, su ciudad natal, hacen que este libro sea fiel a una máxima que está destacada en su contratapa: «Leer es vencer obstáculos, animarse al desafío de pensar, imaginar, crear mundos nuevos».
Viajar y escribir.
9 destinos que inspiran.
Claudia Amengual.
Palabra Santa Editorial y Fundación Itaú.
Montevideo, 2017.
94 págs.