La mirada indiscreta | Jaime Clara

Quienes pretenden justificarlo, afirman que todos tenemos algo de voyeur. Que a todos nos gusta fisgonear, husmear, mirar sin que nos vean. Esta práctica ha sido estudiada y, como todo hábito, cuando pasa a ser una obsesión, una práctica patológica, se transforma en un problema. Formalmente, se trata al voyeurismo como una conducta que puede llegar a ser considerada parafílica, es decir, que quienes lo practican, buscan placer -en muchos casos sexual- mientras observan a personas desnudas o realizando algún tipo de actividad sexual.

Acaba de llegar a Uruguay un libro que el año pasado levantó polémica en Estados Unidos, cuyo título marca el lugar donde se desarrollará la acción: El motel del voyeur. Se trata del nuevo trabajo del periodista y escritor norteamericano Gay Talese (1935), considerado, junto a Tom Wolfe (1931), uno de los padres del llamado «nuevo periodismo», en el que con herramientas literarias, escriben reportajes de no ficción. De hecho, en este libro, Talese defiende su estilo y aclara en forma contundente, que él no inventa ni datos ni situaciones, que todo lo que escribe es verdad, por lo que sus fuentes deben proporcionar información veraz.

Un hombre, llamado Geral Foos, le escribió una carta a Talese, a comienzos de la década del 80, en la que le informaba que desde hacía varios años, como dueño de un motel, espiaba las conductas sexuales de los pasajeros. Foos construyó, en una suerte de entre piso, mirillas que simulaban ser ductos de ventilación, en varias habitaciones para fisgonear, sin ser visto. Cada acto, de los más variados, fue prolijamente consignado en anotaciones que tituló Diario de un voyeur. Todo comenzó en 1966. «Por fin podré satisfacer mi constante anhelo e incontrolable deseo de asomarme a las vidas de los demás. Mis impulsos de voyeur ahora se podrán llevar a cabo en un grado que nadie había contemplado hasta hoy. Mis contemporáneos tendrán que conformarse con soñar con lo que yo voy a realizar en el edificio del motel Manor House.»

En cada fecha, con número de habitación, el hombre -en conocimiento de su esposa- describía a cada pasajero, y la práctica sexual de la que era testigo, pasando por los diálogos previos o posteriores a la acción. Fue testigo desde venta de drogas, violaciones, sexo entre hermanos, masturbaciones de toda forma y color, sexo oral, grupal e interracial, entre otras varias escenas. Incluso hasta un asesinato, que no pudo o no se animó a denunciar. Al final de cada año, el hombre sacaba conclusiones pretendidamente sociológicas, sobre porcentajes sobre las prácticas de los pasajeros. Ante los cuestionamientos de Talese, siempre se defendió que su voyeurismo no era una perversión, sino un trabajo de campo, de investigación, a la altura de Master y Johnson, que estaban, en esa época, muy de moda.

Durante casi veinte años, por razones obvias, Foos permaneció en el anonimato, sin embargo, ya viejo y con muchos achaques, decidió contar su historia, primero porque muchas posibles acusaciones podrían haber prescripto, quizás buscar una dudosa fama, o quizás contar un secreto que lo carcomía.

Talese da a entender, en varios momentos del libro, que muchos de los relatos lo hacen dudar de la verosimilitud de Foos. En algún momento hasta conjetura que puede ser un maestro del engaño. Una vez conocido el caso, el Washington Post puso en tela de juicio algunas de las fechas manejadas por Foos, tanto como dueño del motel, como del asesinato, ya que no figuraba ninguna denuncia ni muerte, en esas fechas, en los archivos policiales.

Todas estas dudas se plantean en la edición definitiva que acaba de publicar Alfaguara. Si bien por momentos fatiga un poco la enumeración de las contemplaciones de Foos, con lujo de detalles, los comentarios y razonamientos de Talese son, una vez más, un disfrute periodístico, de una pluma avezada y experimentada que engancha y seduce al lector.

El director de cine Steven Spielberg compró los derechos para hacer la película sobre este particular motel y su dueño, «un voyeur épico», según Talese, que probablemente, será un éxito de taquilla. No tanto por la posible veracidad de la historia, sino porque, como se repite, todos tenemos algo de voyeur.

GAY TALESE
El motel del voyeur.
Traducción Damié Alou.
Editorial Alfaguara.
2017.
227 págs.

 

Foto Talese: kienyke.com
Foto Foos: Clarin.com