«El glamour no puede existir sin que la envidia personal y social
sean una emoción extendida, cotidiana”
John Berger, ‘Maneras de ver”, 1972
La semana pasada murió John Berger (Londres, 1926). Seguramente para muchas personas, las más, su nombre no dice absolutamente nada. Para otros, se trata de un intelectual, provocador, erudito, que marcó caminos en diferentes áreas, como la crítica, la literatura, el arte, los viajes en el tiempo y/o en el espacio. Su nombre podría integrar, perfectamente, la galería de los inspiradores de Delicatessen.uy, por su mirada sobre los temas que tienen que ver con la cultura.
Su editor, Tom Overton, dijo que Berger «nos hizo saber que el arte podía enriquecer nuestras vidas». Si se pudiera hablar de popularidad, digamos que se hizo popular con el programa Modos de ver, que se trataba de una cuidada introducción a la crítica de arte, no sólo un texto referencial en lo suyo, sino que, además, fue también una serie de televisión de la BBC.
Su vida estuvo marcada por el compromiso social y político. Por ejemplo, cuando ganó el premio Booker, con su novela G (1972), donó la mitad del dinero obtenido, al movimiento radical afroestadounidense, Panteras negras. Según Overtor, Berger «nos mostró cómo ver el arte, no como una carrera de relevos entre genios individuales sino como una especie de compañía».
Para los productores de arte de sus programas en la BBC, tenía una gran sencillez para contar y dotes de actor, por «sobre todas las cosas era un escritor y un narrador de historias. Enriqueció nuestras vidas con sus novelas, poesía y crítica».
Durante una entrevista con el suplemento Babelia de El País de Madrid, apenas cumplió 90 años, se cuenta que un profundo silencio precedía a cada respuesta.
Fue un riguroso y exigente escritor “Escribo cada página tres o cuatro veces, cambiando palabras para intentar llegar a la precisión de la lógica y el pensamiento que el lector puede agarrar. Porque vivimos en un mundo rodeado de palabras, bla, bla, bla… Si alguien quiere saber qué he dicho de cada cosa, que vaya a los libros”. Pero hay cosas que no se pueden decir con palabras, por lo que Berger recurría a la pintura. Tenía claro que hay mensajes que llegan mejor a través de las imágenes, de la misma manera que hay palabras que no pueden ser sustituidas por imágenes. “Creo que la pintura nos muestra cosas que la escritura no puede. Igualmente, la escritura nos cuenta historias y pensamientos que la pintura no puede”. En otra entrevista agregó que “cuando escribo un libro imagino una obra en construcción, llena de constructores, personas a las que estoy leyendo, de mis amigos. Para cada libro, la obra es diferente. Allí trabajamos tal vez durante años, y luego si en esa zona de obras aparece un edificio ya estoy solo yo en ese edificio, y salgo de él y simplemente me siento como un superviviente”.
El periodista gallego Héctor Porto escribió que «el valor de la palabra de Berger residía en el sentido ético de su trabajo, de su obra, en su compromiso con sus conciudadanos, y cuyos orígenes hay que buscar en sus vínculos políticos con la izquierda. De este proyecto vital, no exento de indignación, nació su trilogía De sus fatigas, integrada por Puerca Tierra (1979), Una vez en Europa (1987) y Lila y Flag (1990), pero también muchas otras obras. Por ejemplo, los libros que hizo con el fotógrafo suizo Jean Mohr -más allá de sus indagaciones más teóricas sobre la relación entre palabra e imagen- A Fortunate Man: The Story of a Country Doctor (1967) y Un séptimo hombre (1975).»
La crónica sobre su muerte, ocurrida el 2 de enero, de Radio Francia Internacional, cuenta que «Modos de ver fue un programa de televisión en 1972, luego transformado en libro, en el que Berger llevó la crítica del arte, territorio de una élite, al gran público rompiendo también con la manera tradicional de observar el arte. Claramente marxista, Berger no cayó en los dogmatismos de la ideología que no permiten el pensamiento crítico. Un pensamiento que se imponía a sí mismo, como al final del primer episodio de Modos de ver cuando mirando fijo la cámara y hablando al espectador dijo: “Con este programa, como con todos los programas, usted recibe imágenes y significados que fueron organizados. Espero que considere lo que he organizado. Pero sea escéptico”.
Su tarea de difusión fue fundamental para acercar el arte a quien lo sentía como lejano. Por momentos parecía estar enojado, pero siempre había un tiempo para el silencio, para reflexionar, pensar sobre lo que se apreciaba. El silencio como un instante revelador. Un periodista le preguntó a Berger sobre cuál es el valor del silencio, a lo que el escritor respondió, lacónicamente, «el silencio no miente».
Ilustración de Jaime Clara