Celulares, ese maldito/bendito objeto de deseo | Jaime Clara

Tras su muerte, el genio sigue provocando. Se editó en nuestro país el libro póstumo de Umberto Eco (1932-2016) De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera. Se trata de una serie de artículos de prensa, que el autor italiano publicó durante los últimos quince años. Meterse en la selva de reflexiones es una suerte de ejercicio intelectual que permite analizar los temas fundamentales de la vida contemporánea. Desde el racismo de hoy en día -tan vigente- hasta los medios de comunicación, pasando por la literatura y los teléfonos celulares. Y es justamente, en este tema, sobre el que quiero compartir algunos apuntes.

El capítulo Sobre los teléfonos móviles, está integrado por artículos escritos que van desde 2005 hasta 2015, donde Eco analiza la abrupta incursión de los celulares en la vida cotidiana. Cuenta que en los noventa, escribió en forma irritada, que «el móvil debería permitirse solo a los que trasplantan órganos, a los fontaneros (en ambos casos personas que por el bien deben poder ser localizadas en cualquier lugar e inmediatamente) y los adúlteros. Para los demás el móvil era ente todo una señal de inferioridad social, sobre todo en esos casos en que los caballeros hablaban a voz en grito en trenes o aeropuertos de acciones, perfiles metálicos y créditos bancarios, que en otras condiciones habrían resultado imperceptibles; los poderosos de verdad no tienen móviles sino veinte secretarios que filtran sus llamadas, mientras que el que necesita el móvil es el manager intermedio que tiene que responder en cualquier momento al consejero delegado, o el pequeño hombre de negocios a quien el banco tiene que comunicarle que está en números rojos.»

Se podría defender la tenencia de los celulares ante eventuales emergencias. El propio Eco pone un triste ejemplo personal. «Cuando murió mi padre, hace más de cuarenta años (y por lo tanto, antes de la aparición de los móviles), yo estaba de viaje y lograron ponerse en contacto conmigo muchas horas después. Pues bien, esas horas de retraso no modificaron nada. La situación no habría cambiado aunque yo hubiera sido informado a los diez minutos. Esto quiere decir que la comunicación instantánea que permite el móvil tiene poco que ver con los grandes temas de la vida y la muerte, no le sirve a quien lleva a cabo una investigación sobre Aristóteles y ni siquiera a quien se estruja el cerebro con la existencia de Dios.»

¿Dónde estás?

¿Es posible filosofar sobre la presencia de los celulares en la vida cotidiana? Claro que sí. No solo lo demuestran los artículos de Eco, sino las referencias que el propio italiano hace de su compatriota Maurizio Ferraris, investigador de la Universidad de Turín, donde dirige el Centro Interuniversitario de Ontología teórica y aplicada. Para Ferraris, en el libro ¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil, “es muy posible que no se haya prestado suficiente atención a este pequeño aparato que es el telefonino, tan ciegos estamos respecto al mundo en el que vivimos. De ahí la necesidad de preguntarse qué tipo de objeto es un teléfono. ¿Qué es pues un móvil y para qué sirve? Imaginemos que alguien nos llamara a un teléfono fijo y nos preguntase: « ¿Dónde estás?». La respuesta, atónita y previsible, sería: « ¿Dónde quieres que esté? Estoy aquí, donde me llamas». En cambio, con el móvil es del todo distinto: lo primero que preguntamos es «¿Dónde estás?», porque ahora el interlocutor puede estar en cualquier parte. De manera que, en primera instancia, el móvil ha subvertido nuestra tradicional relación con el espacio: por remoto o periférico que sea el lugar donde nos encontremos siempre estamos localizables, en medio del mundo. Pero hay muchas otras cosas que ha modificado ese pequeño aparato. La realidad social está hecha de inscripciones, de las que dependen obligaciones, derechos, sanciones, matrimonios y divorcios, premios Nobel y años de prisión… más o menos, toda la felicidad e infelicidad de nuestra vida. Pues bien, resulta inevitable sospechar que todos estos papeles acabarán centralizándose en el teléfono móvil, que los absorbe a todos. El móvil encierra más cosas de las que jamás han soñado nuestras filosofías.»

Eco y Ferraris recuerdan que casi no se utilizan los relojes pulsera porque miramos la hora en el celular, sustituye a las tradicionales agendas, el celular puede interrumpir una conversación cara a cara entre dos personas, transformándose en una visita no deseada que termine el intercambio abruptamente, los teléfonos son cámaras de fotos y de video que están permanentemente al acecho, también son molestos ruidos que interrumpen una obra de teatro, un concierto, una película o al menos, una molesta luz en medio de la sala oscura, entre tantos ejemplos y situaciones posibles. Ni qué hablar cuando vemos en una comida familiar, cómo la mayoría de los comensales están pendientes de los celulares antes que de la charla personal.

En estos tiempos modernos, se está muy pendiente de la pantalla del celular. La única forma de aplacar la ansiedad, es mirar la pantalla cada tanto. «Un estudio de Motorola dio cuenta de ello al precisar que los argentinos miran su celular 8 veces por hora: una vez cada 7,5 minutos», según publicó el sitio Mendoza Post. La investigación en Argentina, puede ser un indicador bastante cercano a la realidad uruguaya. «El mismo informe señala que el 60% de la gente duerme con su smartphone al alcance de la mano, mientras que el 54% se lo lleva al baño. Un dato polémico del estudio -difundido por el diario Clarín– es que, en caso de incendio, la mayoría rescataría al móvil antes que a su mascota.» Además se agrega que «estudios clínicos precisaron que pasamos entre 30 minutos y 4 horas por día leyendo y escribiendo en los teléfonos celulares, lo que sumado da unas 1.400 horas por año. Sin embargo, ese número debería multiplicarse por cuatro en los adolescentes, usuarios permanentes de todas las redes sociales. Otro relevamiento de Motorola Mobility Argentina, realizado a través de CIO Research, indica que el 73% utiliza su celular cuando está una sala de espera. Un dato llamativo es que sólo un 7% lo usa mientras hace ejercicio. El consultor Enrique Carrier destacó que el crecimiento de los móviles es tan grande que «a este ritmo, probablemente desplacen a la PC como principal dispositivo de acceso hacia fines del 2016 o principios de 2017».

Seguramente esta mirada crítica nos provoca, para tener en cuenta cuán pendiente estamos de nuestro teléfono móvil. Sin dudas se trata de una herramienta tecnológica maravillosa, que como todo debe ser utilizada en su justa medida. El equilibrio es siempre el mejor aliado. Pero queda claro que estos aparatos han llegado para quedarse y para modificar, en forma rotunda, nuestros actos cotidianos.

Umberto Eco
De la estupidez a la locura
Crónicas para el futuro que nos espera
Editorial Lumen
Montevideo,2016
497 págs.

 

Fotografía de Eric Pickersgill, en una serie de obras que buscan retratar la triste obsesión por los teléfonos móviles.